Las insólitas acciones de los usuarios del Registro Civil para capear la espera

La espera es larga, pese a el trabajo que realizan los funcionarios de la oficina de Las Condes

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El paro del registro civil se extendió por 39 días, y más de dos millones de trámites quedaron pendientes. Por lo mismo desde que se solucionó el conflicto y ante el inminente aumento en los precios de la cédula de identidad y del pasaporte, las oficinas están atendiendo a un número superior de personas que el acostumbrado. 

En la oficina central de la institución, aún se ven extensas filas de usuarios que llegan de madrugada y esperan con paciencia, aunque a veces no tanto, su turno. 

Lo mismo pasa en otras comunas, donde de una forma u otra se trata de aliviar la larga espera para obtener algún documento. 

En la oficina de Las Condes se pueden ver varias cosas particulares. Muchos de los usuarios llegan a la oficina apenas abre y aseguran su atención, sin embargo aquellos que llegan un poco más tarde, resignados reciben un número de atención que les garantiza al menos 90 minutos de espera. 

Y ese tiempo es especial para dormir, por ejemplo. La oficina cuenta con una gran cantidad de asientos, y no es extraño ver a personas concentradas en su lectura, o incluso una madre que trata de calmar a su hija haciendo mandalas de lana, pero varios de los que esperan y que saben que pasaran varias horas en el lugar no pierden la oportunidad de cerrar los ojos. 

Incluso, si es que ya no hay asientos disponibles, el piso es un buen lugar para ‘pestañear’ y pasar más rápido la espera. 

Comiendo humitas 

Pasar la hora y tener paciencia son dos cosas que claramente hay que tener para ir a esperar por una atención en la oficina de Las Condes del Registro Civil. Pero puede ser un momento interesante y hasta entretenido si se mira más allá del celular. 

Entre los usuarios, una mujer pasea tratando de entregar información, y tal vez lograr nuevos socios para una fundación de beneficencia. Los adultos mayores teorizan sobre porque los tiempos pasados fueron mejores, en una conversación digna de escuchar. 

Y en medio de todo y cuando ya se va acercando la hora de almuerzo, algunos sacan una bebida o un paquete de galletas. 

En esa misma tarea, otra usuaria toma su bolsa, una que seguramente adquirió en la calle. La abre, toma la cuchara de plástico que probablemente le dio el vendedor y saca una humita calienta. 

Y así, como el mejor picnic en un parque, disfruta de este plato típico de Chile, que seguramente por algunos minutos la sacó de la tediosa realidad de esperar la atención para conseguir el pasaporte. 

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