Según comenta Luciano Silva (RN), en su bloque estaban “furiosos” con el apoyo que le dio a María Elisa Quinteros para presidenta de la Convención. Pero lejos de arrepentirse, el constituyente que de joven se encantó con las ideas de Karl Marx, asegura que si sus pares no siguen su camino de buscar consensos no van a lograr nada.
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¿Qué le dijeron?
—Dicen que hay que actuar en base a los principios y me cuestionan haber votado por una persona abortista. Pero cuando votamos por Patricia Politzer y la misma Bárbara Rebolledo, que es abortista, no dijeron nada. No estoy en contra de su pensamiento, pero me da rabia cuando ocupan ese tipo de argumentos y dos minutos antes han votado por esas personas.
¿Le pidieron actuar unidos?
—Lo dicen, pero yo tengo mi propia conciencia. Les dije que votemos por ella, que iba a ser la nueva presidenta, pero los apellidos de siempre, las grandes familias representadas en este sector no me escuchan, porque soy de región, Silva Mora, profesor de una población, pero se los dije.
¿Hay demasiado clasismo?
—Evidente. Hay un sector en la derecha, que cada vez es más pequeño, que trata de mantener el sistema como está, consideran al país como un paraíso, pero hay cosas que hay que cambiar. Ahora, también hay una burguesía en la izquierda, que se evidencia en el Frente Amplio, que quieren cambios sociales, pero no se juntan con los pobres.
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¿Qué lo mantiene ahí?
—Es que en RN hay de todo. Ahora, si me quieren echar, qué le voy a hacer, no voy a renunciar. Pero todavía hay gente en RN que tiene un alma social.
Pero comparte bloque con Ruth Hurtado y Harry Jürgensen, que fueron muy críticos de los apoyos a Quinteros...
—Es que ellos vienen o a obstruir o a buscar una plataforma para ser diputados, o mantener su electorado de una derecha dura, porque no tienen sentido sus argumentos. Qué relevancia tiene un grupo que sigue votando por los mismos sabiendo que no vas a pasar los 36 votos. ¿Qué sentido tiene?
¿Cómo analiza el rol de Teresa Marinovic y Marcela Cubillos?
—Son personajes. Tienen un rol que cumplir que no comparto completamente, pero sí visualizan asuntos que son reales. Tal vez no me gusta la manera en que lo hacen.
¿Cuál es la fórmula para que la derecha que quiere cambios logre algo?
—Dejar de actuar con la misma lógica; si no, la única incidencia la voy a tener yo. Y qué pena que un pastor evangélico les venga a enseñar cómo es la cosa. Si siguen sin dialogar, no van a tener relevancia. Creo que RN y Evópoli lo estaban haciendo bien en la primera parte, pero si me critican por ser más dialogante, están volviendo a lo de antes.
Usted ha cuestionado las “medias verdades” de la derecha ¿Lo mantiene?
—Hay una campaña del terror que hace una derecha que usa medias verdades. Es así. Pasó con lo de la bandera chilena y lo de no incluir el concepto de República. Con eso, pienso yo, la derecha falsea la realidad, lo que no es válido. Por otro lado, la campaña del terror la hace también la ultraizquierda que valida la violencia y empieza a meter conceptos refundacionales, como cuando niegan el derecho preferente a los padres a elegir sobre sus hijos. Entonces, hay dos extremos que hay que evitar.
¿Cómo analiza lo del Frente Amplio?
—Andaban locos por tener el poder dentro de la Convención. Los mismos que dijeron que venían a criticar el poder, quieren todo el poder. Pero con mi manera de ver la política he roto eso e impedí que se enquistara el FA, dándole paso a sectores que son más populares. Cómo no va a ser bueno que eso lo hiciera un RN, es un cambio en la política y una mirada correcta.
¿Las fuerzas que eligieron a María Elisa Quinteros deben seguir actuando unidas?
—No creo que sea el camino, hay que abrirse a conversar todos, no aislar al Frente Amplio. Al FA hay que moderarlo. Tampoco hay que aislar a la derecha ni a nadie. Hay que conversar.
¿Cómo va a defender sus principios?
—Creo que se puede llegar a puntos medios. Los temas valóricos y de libertades para mí son más complicados. Tengo que estar abierto, el mundo ha cambiado, pero las formas radicales sin fundamentos son complicadas. Espero que por lo menos nosotros podamos caber. La Convención es ideológica y extremista, pero tengo esperanza, debe haber un reconocimiento a las personas que pensamos diferente.
“De joven me encanté con el marxismo y la Teología de la Liberación”
Los inicios de Silva en política están muy alejados de la derecha. De ahí, la cercanía que tiene a veces con el PC.
¿Cómo llegó a RN?
—Mi padre fue marxista y se fue de ahí. Fue evangélico toda la vida y una noche en que intentaron quemar una iglesia católica, entró en contradicciones y le dijeron que tenía que elegir. Ahí se sacó el pasamontaña y dejó de ser marxista. Eso lo conocí de niño y siendo pastor, joven, me encanté con el marxismo y estuve muy cerca de la Teología de la Liberación, recorrí América Latina y luego de ser candidato apoyado por el PC en Tomé, apoyé al Movimiento Progresista de ME-O, pero aparece este periodo de violencia, de ultraideología, de nuevos actores de un marxismo cultural reconvertidos, y dije no, estoy mal y dejé la política.
Pero me encontré con unos jóvenes evangélicos que estaban en política y tenían un pequeño espacio en RN, donde estaba la hoy diputada Francesca Muñoz y bueno me hicieron soñar de nuevo con la posibilidad de cambios y me abrieron un espacio. O sea, la razón es muy rara. Me sentí botado por un sector de izquierda que abrazó causas de la violencia de los 60, 70 y que agarran causas de este marxismo cultural que a mí no me agradan. Ahora me siento medianamente cómodo, me siento más de centro.
“Le gané la pelea a Elisa Loncon”
Usted tuvo un conflicto importante con Elisa Loncon por la bandera cristiana. ¿Limaron esas asperezas?
—Eso fue una lucha por estar dentro de un mundo que se estaba creando y que Elisa Loncon me lo haya negado fue tremendamente violento, pero la pelea política se la gane, le doblamos la mano (...) En términos políticos, se superó; en términos personales, no sé. Nunca he logrado tener una buena relación con ella, sí la tuve con Jaime Bassa. Tengo buena relación con los Pueblos Originarios, pero con ella, no sé, a mí no me gusta el marxismo cultural.