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El sargento venezolano que se rebeló contra Maduro y que da la pelea desde un Uber: “Ofrezco disculpas a los chilenos”

Rafael Jiménez estuvo preso en Venezuela, fue torturado y se pasó a Colombia el día del concierto en Cúcuta. Hoy es conductor de la aplicación en Chile y, en paralelo, promueve la Fundación Sembrando Futuros sin Fronteras.

Rafael Jiménez con su madre / Gentileza

La historia arranca como muchas otras por estos días en nuestras calles. Un chileno, en este caso yo, se sube a un Uber manejado por un venezolano con un seudónimo llamativo, “Juan Floridor”.

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Sin embargo, el breve encuentro sobre ruedas no continúa como la mayoría, con el pasajero preguntando y el conductor respondiendo al porqué no le quedó otra que venirse a nuestro país. El chofer es parco, contesta con monosílabos y se dedica a escuchar su música.

Hasta que se entera de que la persona a la que lleva, o sea, quien escribe estas líneas, es periodista. Entonces, se lanza a contar su relato.

Su verdadero nombre es Rafael Alfonso Jiménez Briceño. Es escueto en sus palabras porque es un ex militar. Y le interesa que yo sea un comunicador para dar a conocer la fundación que representa: Sembrando Futuros sin Fronteras.

“Juan Floridor” es su nombre en Uber, donde trabaja todos los días. / Gentileza

La rebelión

Jiménez fue preso político en Venezuela. A mediados del 2018, por apoyar a Juan Guaidó, estuvo tres meses tras las rejas, donde sufrió golpes y torturas.

“Fue una experiencia terrible”, recuerda. “No hay peor daño que quitarle la libertad a un ser humano sin motivo alguno, sólo por pensar diferente a unos políticos corruptos, que tienen un país secuestrado, viviendo bajo la miseria y la tristeza”, agrega.

Debido al maltrato en prisión, reaparecieron viejos dolores en su columna, de la cual había sido operado en el 2014, luego de un accidente por volcamiento cumpliendo sus labores. A eso se le sumó una alergia en la piel, con manchas incluidas, por la humedad.

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Dado ese panorama, y después de varios retrasos en la audiencia, su abogado solicitó la liberación, que se vio favorecida por la necesidad de tener militares en las calles para controlar las cada vez más masivas manifestaciones. Sin embargo, era cosa de tiempo para volver al calabozo, por sus opiniones contrarias al gobierno.

Por eso, el 23 de febrero del 2019, junto con un grupo de compañeros de armas, este sargento primero del Comando Antidrogas se rebeló contra la dictadura de Nicolás Maduro. Ese día, el del concierto en la frontera colombo-venezolana, en Cúcuta, se dio la orden de quemar la ayuda humanitaria.

Rafael se negó y se enfrentó con los fieles al gobernante, respaldando al líder opositor. Desde ese momento, regresar a su patria ya no era una posibilidad, pues otra vez lo esperaría la cárcel.

En suelo colombiano lo acogieron, aunque no terminaron los problemas. Intentaron secuestrarlo para devolverlo a su tierra y también fue víctima de un atentado, por lo que decidió venirse al último lugar del mundo: Chile.

Sembrando futuros

Durante los últimos días, en el norte, el conflicto entre chilenos e inmigrantes se ha agudizado. Marchas, agresiones a policías y el asesinato de un camionero han tenido involucrados a venezolanos.

Jiménez asume el rol de vocero. “Quiero ofrecerles disculpas al gobierno chileno y a Carabineros, de parte de la sociedad venezolana que se encuentra en este territorio”, expresa.

“Que se les aplique todo el peso de la ley a los delincuentes que están dejando mal nuestro nombre”, prosigue el exmilitar. “Tenemos mucho que agradecerles por habernos apoyado y recibido, y brindarnos la oportunidad de salir adelante, ya que en nuestro país no la tenemos”, complementa.

Por eso mismo, la fundación que representa el otrora sargento busca ayudar a la mayoría de sus compatriotas honrados, muchos de ellos en situación de calle, para que salgan adelante en el extranjero. El objetivo es que desarrollen sus potencialidades.

El próximo paso de la organización es completar un censo, que empezó a recibir declaraciones hace un par de semanas, para conocer el estado de sus coterráneos en suelo nacional. Teniendo esa información en la mano, la idea es acompañarlos mediante un plan de emprendimiento, entregándoles las herramientas para poder trabajar.

El fondo de todo esto es dejar de depender de las ayudas políticas, esas que nunca llegaron en Venezuela y que tienen a varios manejando un Uber. “Es un trabajo honrado, como cualquier otro, que te da la posibilidad de salir adelante y de luchar por tu familia y por tu futuro, aunque no haya sido lo que estudiaste ni sean los planes que tenías para tu vida profesional”, cierra Rafael.

Cinco estrellas... para su proyecto.

Su tiempo libre se lo dedica a la Fundación. En la foto, en plena Alameda. / Gentileza

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