El artículo 41 que zanjó en votación particular la Comisión de Sistema Político (y que aún debe ser revisado en el Pleno), establece que la función ejecutiva “estará integrada por la presidenta(e), la vicepresidenta(e), la ministra(o) de Gobierno, y las y los ministros de Estado”.
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O sea, además de las autoridades a las que se está acostumbrado, se sumarán dos, con la idea de “descomprimir”, conformando un híbrido entre figuras de distintos sistemas. Como un “triunvirato a la chilena”, como lo nombraron integrantes de la Comisión.
Y en términos generales, aunque la fórmula implica cambios sustanciales, no los complica demasiado. De hecho, el rol de vicepresidenta o vicepresidente, como el del modelo estadounidense, es ampliamente valorado, ya que en su mayoría los representantes estiman como favorable el “amortiguar” el rol de un presidente “que las hace todas”.
Este, además, será protagonista en el Consejo o Cámara Territorial del Poder Legislativo, donde presidirá y dirigirá, pero sin derecho a voto. Funcionará como un “anclaje” del Ejecutivo en la conducción de las regiones, cuyos intereses se debatirán especialmente en esa instancia, por la autonomía de la que gozarán.
Pese al alto grado de consenso, se vislumbra como eventual complejidad el presentar una dupla paritaria que se complemente de la mejor forma, y que uno no sea la “piedra en el zapato del otro”. Problema propio, como dicen, de cuando se “divide” el poder.
Cuestionamientos algo mayores son los que se presentan ante las atribuciones que tendría el Ministro (a) de Gobierno, porque hay quienes advierten que su figura podría ser demasiado confusa. Con dos ya estiman que costará, y tres autoridades “podría ser peor”.
Eso sí, los mismos personeros advierten que si se delimitan de manera clara sus funciones y se “cede” en dotar de mayores atribuciones al Consejo o Cámara Territorial, no habría demasiados problemas.
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Con todo, Cristián Monckeberg (RN) aseguró que el hecho de que “el presidente comparta sus funciones tiene el riesgo de complicar la gestión del gobierno”.
Por lo mismo recalcó que, ya sea en un gobierno de derecha o de izquierda, “estas nuevas instituciones deben colaborar en la conducción y no torpedearla”.
Más drástico fue Renato Garín (IND), quien planteó que la determinación es un “error”: “La figura del súper ministro no divide las funciones explícitamente, lo hace solapadamente, permitiendo que el Presidente ‘reine’ detrás de él”.
Si bien Alondra Carrillo reconoció que el nuevo sistema será “complejo”, subrayó que “va en la línea correcta”.
“La presidenta(e) encarna el programa, el vicepresidente establece relaciones con las entidades territoriales, y la ministra o ministro de Gobierno tiene la responsabilidad de la coordinación”, explicó la representante.
Frente a las modificaciones, por su parte, el analista político Alexis Callis, hizo presente que “las descordinaciones y topes serán corrientes, donde el vicepresidente sobra”.