Abrumado por una feroz resistencia en Ucrania y por devastadoras sanciones económicas, el presidente ruso Vladimir Putin está usando un lenguaje que recuerda la retórica empleada en las farsas judiciales de la época de Josef Stalin en la década de 1930.
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En un inquietante discurso pronunciado el miércoles, Putin describió a sus opositores como “mosquitos” que tratan de debilitar el país en beneficio de Occidente, un pronunciamiento muy duro que podría preparar el terreno para una fuerte represión de todo aquel que ose condenar la invasión de Ucrania.
Su diatriba pareció reflejar su frustración con los lentos avances rusos en Ucrania, donde sus fuerzas están empantanadas en las afueras de Kiev y de otras ciudades del noreste del país. Los rusos lograron más progresos en el sur, pero no han podido capturar el estratégico puerto de Mariúpol, sobre el Mar de Azov, y su avance hacia las costas del Mar Negro se ha frenado también.
Rusia, por otro lado, siente los efectos de las sanciones de Occidente, que impiden el acceso del gobierno a aproximadamente la mitad de las reservas del país y asestan fuertes golpes a numerosos sectores de la economía.
Desvanecidos sus sueños de una toma rápida de Ucrania y haciendo frente a crecientes costos económicos, Putin descargó su bronca contra sus opositores con un discurso lleno de veneno.
“El pueblo ruso siempre sabrá distinguir entre los verdaderos patriotas y la escoria y los traidores, y los escupirá como a un mosquito que accidentalmente le llegó a la boca. Se estrellarán en el pavimento”, dijo Putin el miércoles en una llamada con sus altos mandos.
“Estoy seguro”, agregó, “de que una purificación natural y necesaria de la sociedad reforzará nuestro país, nuestra solidaridad, cohesión y disposición a responder a cualquier reto”.
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El lenguaje empleado no pasó inadvertido entre los conocedores de la historia soviética. Durante las farsas montadas por el gobierno de Stalin para juzgar a los “enemigos de la patria”, las autoridades apelaron a expresiones como “reptiles” y “locos”.
Sin disimular su furia, Putin la emprendió contra los rusos que se oponen a la guerra en Ucrania, a quienes describió como una “quinta columna” que sirve obsecuentemente los intereses de Occidente, lista para “vender a su misma madre”.
“No condeno a quienes tienen villas en Miami o en la ribera francesa, a los que no pueden vivir sin foie gras, ostras y las así llamadas libertades de género”, continuó Putin. “Ellos no son un problema. El problema lo representan quienes están mentalmente allí (en Occidente) y no aquí, con nuestra gente, con Rusia. No se acuerdan o no se dan cuenta de que son… descartables, que los usan para causar el mayor daño a nuestra gente”.
Mientras hablaba, una Comisión Investigadora Estatal anunció que estaba investigando a varias personas acusadas de propagar “información falsa” sobre la invasión a Ucrania. Incluida Veronika Belotserkovskaya, una popular bloguera de la alta sociedad que ha escrito libros sobre la cocina francesa e italiana y que pasa parte de su tiempo en el sur de Francia. La usó como ejemplo de una rusa cosmopolita, amante de la buena comida, que no tiene nada en común con las masas.
La comisión dijo que emitirá una orden de arresto internacional, aduciendo que las publicaciones de Belotserkovskaya en Instagram “desmerecen” a las autoridades y a los militares rusos.
Belotserkovskaya respondió diciendo que “¡acabo de ser declarada oficialmente una persona decente!”.
Está siendo investigada en el marco de una legislación aprobada a los apurones el 4 de marzo por un parlamento controlado por el Kremlin, una semana después de la invasión de Ucrania.
La legislación contempla condenas de hasta 15 años por publicar información “falsa” sobre los militares, contraria a la versión oficial.
Putin y su gente describen la guerra en Ucrania como una “operación militar especial” pensada para eliminar a “nacionalistas neonazis” y acabar con una potencial amenaza militar a Rusia, objetivos que la mayor parte del mundo no toma en serio.
Mientras bombardea indiscriminadamente Mariúpol, Kiev, Járkiv y otras ciudades ucranianas, el gobierno se movilizó para cerrar el acceso a la prensa extranjera y a Facebook e Instagram, al tiempo que declaró a la firma Meta una organización “extremista”.
El férreo control de la información que circula ayuda al Kremlin a generar el apoyo de amplios sectores de la población, que solo ve lo que dicen los medios estatales.
A pesar de las nuevas leyes draconianas, del control de la información y de una propaganda cada vez más agresiva, miles de rusos participan en protestas contra la guerra, corriendo el riesgo de ser arrestados.
En un poderoso desafío a las autoridades, una empleada de la televisión estatal mostró un cartel con un mensaje contra la guerra durante un noticiero. Marina Ovsyannikova fue multada con el equivalente a 270 dólares y enfrenta acusaciones que la podrían mandar a la cárcel.
Una de las principales figuras de la oposición, Alexei Navalny, que cumple una condena a dos años y medio de prisión y enfrenta cargos que podrían depararle otros 13 años detrás de las rejas, dijo el martes que la guerra provocará una ruptura de Rusia y que “todo el mundo tiene el deber de oponerse a la guerra”.