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Patricio Fernández: “En la Convención, el tono lo pusieron los vociferantes, pero en los artículos no ganaron”

El independiente, que cae en el grupo de moderados, revisa este año de trabajo constitucional y tiene confianza en lo que viene: aboga por el Apruebo y prevé reformas a la nueva Carta Magna en corto plazo.

(JONNATHAN OYARZUN/ATON CHILE/JONNATHAN OYARZUN/ATON CHILE)

Patricio Fernández no esconde su preferencia por aprobar el texto que ha ayudado a escribir como convencional constituyente, pero no le rinde pleitesía. El periodista y escritor es crítico en varios aspectos, partiendo por el articulado mismo.

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¿Qué nota le pone al texto constitucional?

—Hago un gran distingo entre el primer borrador y el armonizado. Lamenté que se difundiera tanto el primer texto, porque a mí, que estuve ahí, me resultó ilegible, desordenado. Me imagino para la gente.

¿Y el texto ya armonizado?

—Ese ya se ve organizado, estructurado y editado, lo que permite una lectura más clara de lo que se propone. Me cuesta ponerle nota, porque creo que es un trabajo incompleto, este proceso no va a terminar aquí, y ese camino, además, tiene mucho de aprendizaje, empieza a sentar los grandes temas, pero no me doy por satisfecho con su formulación acabada.

¿Entonces prevé reformas?

—Por supuesto, van a venir y deben venir y pronto. Esta va a ser una Constitución más flexible, que se va a ir adaptando a muchas circunstancias. Creo que esperar que en el primer momento tenga una aprobación inmensa, de seguro no se va a cumplir, pero aspira a tenerla, a conquistarla, al cabo de no mucho tiempo. Es una Constitución que debe irse volviendo de todos.

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Por tanto, le da su confianza al Legislativo.

—Esa fue siempre una gran pelea con algunos ahí adentro, porque desconfiar del Legislativo es desconfiar de la democracia. No sólo confío, los requiero.

¿Lo sumo al grupo que quiere aprobar para reformar?

— A mí no me gusta esa fórmula, para mí sería aprobar para construir. Creo, además, que el camino del apruebo es el más coherente, pacífico y armónico en este proceso.

¿Con cuál crítica coincide más: que es maximalista, idealista?...

—El maximalismo fue derrotado. Aunque siguen habiendo muchas normas, 380, no pretenden acabar minuciosamente cada tema. Hay comentarios bien contradictorios, porque hay quienes hablan de maximalismo de esta Constitución y quienes reclaman que hay una cantidad de temas que quedan abiertos y entregados al legislador. Esto último es un triunfo, porque la alternativa sería que la Convención, con una arrogancia de la que discrepo, determine el modo en que se tienen que llevar a cabo cada uno de los principios. Eso es muy nefasto.

¿Alguna norma que no debió quedar fuera?

—El financiamiento de la educación subvencionada y dos de la justicia indígena. Ponerlas hubiera generado un marco de mayor tranquilidad respecto de lo que viene, pero nada de eso me genera inquietud, porque no tengo dudas de que va a ser acotado por la ley.

Ahora, ponga nota a los constituyentes.

—La performance de los constituyentes es un espacio de gran desilusión, aunque no sé si es la palabra; hubiera aspirado que fuera otra cosa. Tengo la impresión de que al proceso constituyente, el tono se lo pusieron los vociferantes, pero en los artículos, no fueron los vociferantes los que ganaron. El ruido del proceso lo desprestigia mucho más de lo que el texto merece.

¿A qué lo atribuye?

—Faltó curiosidad por el otro, capacidad de construcción conjunta y experiencia política para entender que no se venía aquí solo con un cartel a reclamar por una causa, sino a formar parte de un grupo que construía una institucionalidad nueva.

¿Le sorprendió la baja en la aprobación de la Convención en las encuestas?

— No. Y desde un momento temprano, porque generaba cierto hastío, era hostigoso. Lejos de abrirse a un diálogo que la comunidad sintiera cómplice, progresivamente se fue enfrascando en un tipo de litigio que hacía que desde afuera se viera mala onda, choque, rabia y desencuentro.

¿De cuál sector?

—De distintos lados. La derecha no era una, hubo una derecha del Rechazo, que llegó hostil el día uno y se fue volviendo peor; y había otra que llegó con buena intención y ganas de participar. Y también en la izquierda, donde una parte no estaba dispuesta a dialogar y llegó con mucha rabia, la representante del estallido, del grupo más callejero y disruptivo. Ahora bien, todo esto arrancó de un momento de gran desorden, confusión, saqueos, fuego... Entonces, esperar que muy rápido nos diéramos la mano y bailáramos la ronda, algo de ingenuidad contenía. Pero llegó a algo admirable: que hoy no estamos en el mismo momento ni en el mismo lugar que ese 4 de julio de 2021.

“No hubo instancia para conversar”

Fernández tiene claro qué cosas hubiera cambiado para hacer un mejor proceso. Dentro de lo que de él dependía, comenta que “quizás, haber tenido más carácter para articular a las fuerzas moderadas y hacerle frente con mayor personalidad y volumen a los que llegaron ‘gritando’”.

Entre lo que se encontró estructurado de antes, indica que “hay varias cosas. Está bien la ‘hoja en blanco’, pero no las infinitas hojas en blanco. Hubiera hecho un índice o grilla, enmarcar la discusión, porque la posibilidad de multiplicar los deseos es infinita”.

Otra, dice, es que por el ritmo de trabajo y el sistema de comisiones, “hubo poca posibilidad de diálogo cruzado. Más allá del carácter de cada uno y de las ganas que uno tuviera, no había la instancia. Yo solicité en el Pleno parar unos días, en medio de ese correr incesante, y sentarse para encontrarnos y conversar. Nunca se dio”.

Rechazo: “Me cuesta imaginar cómo volver a comenzar”

Dos opciones hay en el plebiscito del 4 de septiembre, pero a Fernández le cuesta imaginar el país quedándose con la Constitución de 1980. “Es que, si se leen ese texto y el de la actual, uno se da cuenta de que la del 80 quedó anacrónica, y eso uno lo percibe más allá de los detalles en los que se quiera detener para aplaudir o no el actual”.

El constituyente asegura que “el nuevo texto es contemporáneo y habla del Chile y del mundo que nos está tocando”.

“Volver al punto cero, el caso de los que piensan Rechazo, me cuesta imaginar, y creo que al gobierno también le cuesta imaginar cómo se podría volver a comenzar”, cierra.

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