El inmueble ubicado en Huérfanos 1400 es conocido fatídicamente como el “edificio maldito”, debido al número de residentes que han fallecido, pero también al tráfico de drogas y prostitución que se adueño del lugar. Pero a esta mala imagen, se suma un inhumano drama: extranjeros arrendando una bodega para tener un lugar donde vivir.
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Así quedó al descubierto, luego que la mañana del jueves un hombre fuera asesinado a balazos en los estacionamientos subterráneos de la torre, convirtiéndose en la muerte número seis que ocurre en el “maldito” edificio donde también vivía la joven colombiana, Yiulana Andrea Acevedo, quien el año 2016 fue descuartizada por su pareja y tirada al río Mapocho.
Tras el nuevo crimen, se constató que una bodega era arrendada a inmigrantes, quienes la ocupaban para dormir y no estar en la calle, aunque sin derecho a baño ni agua potable. Eso sí, en ocasiones, reconocen que también tuvieron que hacer sus necesidades biológicas en recipientes.
Si bien, en un comienzo el propietario les arrendó la bodega para que guardaran sus cosas, se dio cuenta que también dormían en el lugar y aceptó que se quedarán, pero sin que lo metieran en problemas con la administración.
“Estaba durmiendo en la calle y eso me llenó de mucho miedo, mucho susto. Fue una experiencia horrible y alquilamos esta bodega, quedamos de acuerdo con el dueño de que todo iba a quedar entre nosotros”, contó la mujer venezolana Keny Pérez a Mucho Gusto, quien vive hace dos años en el pequeño espacio junto a su pareja y un gato, por 30 mil pesos mensuales.
Al no contar con baño, explicó que se las arreglaban yendo a los mall o en las piletas de los parques.
“En los centros comerciales o al Parque de la Familia, que nos bañábamos en los chorritos que son para los niños. Uno iba bajo perfil, se bañaba, se vestía y después se iba de lo más tranquilito. Igual en el cerro San Cristóbal...No queríamos que nos descubrieran porque no quería volver a la situación de vivir en la calle”, recalcó.
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“Buscarme problemas con un ladrón es lo peor”
Además, reconoció que “la parte más humillante es que nos enfermamos en enero de 2021 y tuvimos que pasar todo enero en la bodega para no contagiar a nadie y tuvimos que hacer (las necesidades biológicas) ahí. Lo consideramos nuestro baño en potes plásticos bien tapados y botarlos de manera camuflada en los conteiner de la basura”.
Finalmente, se refirió a los delitos ocurrido en el lugar, precisó que “en el subterráneo aprendimos a conocer la verdadera cara del 1400, pero teníamos miedo que hubieran represalias por los ladrones, los vendedores de droga, con los delincuentes que viven aquí que están muy bien camuflados. (...) Soy emigrante, buscarme problemas con un ladrón es lo peor que me podría pasar porque en el subterráneo no hay cámara”, finalizó.