Algunos definen a Alejandro Jodorowsky de genio e intelectual brillante y otros lo califican como un personaje controvertido y singular, famoso como escritor, actor, guionista de cómic, cineasta de culto, músico, psicólogo, pintor, escultor y titiritero y, especialmente, un gran estudioso de los los lenguajes esotéricos y simbólicos como el Tarot de Marsella, la metagenealogía –deconstrucción del árbol familiar-, y de la psicomagia.
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“Un hijo mío acaba de morir y he estado diez días sin poder hablar”, escribió hace poco el psicomago nacido en Antofagasta, que a los 24 años se radicó en París, donde entre una diversidad de oficios llegó a ser asistente del famoso mimo Marcel Marceau.
El fallecimiento de Cristóbal sacudió a la familia y devastó al hombre que asegura que todas sus actividades tienen un solo fin: abrir su cerebro, sentir el crujido de las ideas y subir niveles mentales: “Mi intuición devora constantemente a mi inteligencia. No siento diferencia entre dibujo, cine, teatro, literatura o hacer caca. Me interesa manifestarme en cualquier acto de mi vida”, afirma.
Una espina dolorosa
Esa creatividad torrencial se detuvo dramáticamente cuando anunció una “noticia dolorosa para mí”, aludiendo a ese hombre de 57 años que se dedicaba a la espiritualidad alternativa, se definía como psicochamán y que aprendió con su padre “la lectura del Tarot y las técnicas del masaje iniciático, y también fue quien le transmitió la psicomagia y el psicochamanismo”.
Dentro de esa diversidad, Cristóbal había actuado como protagonista en la película Santa Sangre, dirigida por Alejandro a fines de los 80.
En una entrevista reciente con un medio español, Jodorowsky se lamentó de que “en esta sociedad actual todos quieran ser millonarios, eso es terrible”. Y en esa misma profundidad, sostuvo que “el drama de los ciudadanos “normales” es que se matan en un trabajo tratando de sobrevivir, a pesar de que quieren sobrevivir para vivir”.
Más allá de ese realismo abrumador, el psicomago siempre se equilibra al filo de la fantasía. El proyecto más alocado de su pasado fue Dune, una película en la que participarían Orson Welles, Pink Floyd, y Salvador Dalí y que resultó infinanciable. Aún así, el formidable músico John Lennon quedó tan fascinado con su película El Topo -”es LSD sin LSD”, dijo entonces-, que le pidió a su manager que donara a Jodorowsky un millón de dólares para su siguiente obra, “La montaña sagrada”.
La reciente muerte del segundo de sus cuatro hijos, sin embargo, dejó atrapado al genio en un laberinto de oscuridad y el silencio...
<b>“En esta sociedad actual todos quieren ser millonarios y eso es terrible. El drama de los ciudadanos normales es que se matan en un trabajo tratando de sobrevivir, a pesar de que quieren sobrevivir para vivir”.</b>
— Alejandro Jodorowsky