No es una novedad que hay una grave crisis en la educación del país, que se arrastra desde hace años y creció con la ausencia de los escolares a los colegios debido a la pandemia de coronavirus.
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El mes pasado fueron entregados los resultados del Simce aplicado en noviembre de 2022, y los datos no fueron buenos.
Es que en Lectura hubo una baja de cuatro puntos en cuarto básico y de seis puntos en segundo medio. Y en Matemática se registró una caída considerable en ambos niveles educativos, de diez puntos en cuarto básico y de doce puntos en segundo medio.
[ Publican los resultados por colegio del Simce 2022: ¿Dónde se pueden revisar?Opens in new window ]
Y una muestra más de tal situación la detalla un reciente informe de la Fundación Familias Power, basado en un universo de 700 alumnos de colegios públicos de 18 localidades vulnerables del país que participan de un programa llamado “Leer es poderoso”, propiciado por la propia organización.
Ese trabajo da cuenta de que el 72,5% de los niños de quinto básico no entiende lo que lee y que el 56% de los escolares de primero básico no escribe ni lee y solo identifica letras.
También descubrieron que entre quienes cursan segundo básico, el 63% no lee o solo lo hace silábicamente, sin identificar conceptos, lo que en tercero básico se reduce al 37%.
Ya en 4º básico, la proporción de quienes leen y comprenden es de solo un 13%.
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[ Ausentismo escolar: cómo terminar con un mal mayor de nuestra educaciónOpens in new window ]
“Esta data muestra, una vez más, que la no presencialidad ha tenido un impacto significativo en el aprendizaje de los niños, sobre todo en aquellos provenientes de sectores vulnerables”.
“Queda claro que los estudiantes que tuvieron clases virtuales o aprendizajes a distancia no experimentaron lo mismo que aquellos que volvieron antes a las aulas. Además, los altos niveles de ausentismo muestran sus consecuencias”, explica Anne Traub, directora ejecutiva de Familias Power.
Este análisis es parte de un informe preliminar efectuado en las comunas de Chillán Viejo, Panguipulli, Colina, Chol Chol, Curacaví, Puerto Aysén, San Ramón, Nueva Imperial, Catemu, Panquehue, Cerro Navia, Quilicura, San Joaquín, Frutillar, Iquique, Temuco, Puerto Montt y San Felipe.
“Al enseñar a leer y escribir, les brindamos a los niños y niñas la capacidad de comunicarse de manera clara y coherente, fortaleciendo sus habilidades de comunicación oral y escrita. Además, esto desarrolla su autoestima y ganas de seguir aprendiendo, promoviendo la importancia de asistir a clases y los beneficios que esto conlleva para su desarrollo futuro”, detalla la representante de la Fundación Familias Power.
Junto a este informe inicial, se realizará un seguimiento del progreso de las habilidades de lectura y comprensión de los niños al final del programa, con el objetivo de abordar las necesidades específicas de forma personalizada y poder documentar los avances.
QUE LA EDUCACIÓN SEA PRIORIDAD
El académico del Departamento de Educación de la Universidad de Santiago, Jaime Retamal, sostiene que “es realista colocarse en un escenario aún más negativo sobre este tema, pues el sistema escolar chileno está pasando por una de sus peores crisis desde los años sesenta del siglo pasado”.
“Observamos cifras muy negativas en comprensión lectora en todos los niveles del sistema desde hace décadas, lo que indica que los padres de los actuales niños en edad escolar también son herederos de malas evaluaciones en comprensión lectora”.
-¿Qué causa esta realidad educativa?
-La razón más lógica es la reproducción de la mala educación, que no cesa de perpetuarse. Abuelos, padres e hijos, es decir, ya tres generaciones, son parte de un círculo del que no pueden salir por sí solos. Ello fue patente durante el confinamiento pandémico, cuando muchas familias no pudieron o no fueron capaces de hacer tareas básicas en esta área con los niños en edad escolar. No hay capacidades instaladas masivamente en la población adulta, y con lo que se aprende en el colegio no alcanza.
-¿Qué se puede hacer para mejorar?
-Hay que crear primero un sentido de urgencia, y por eso el Estado debe declarar que la educación es una prioridad. El retroceso de acciones políticas de parte del Estado no puede seguir más. Y como es imposible que el Estado por sí solo pueda hacer esta tarea, se necesitará por lo tanto de muchas iniciativas de la sociedad civil. El Mineduc ha dictado una política que van en la dirección correcta, pero insisto en que se requiere de un sentido de urgencia, aumentando muchísimo más los recursos públicos y la participación civil.
-¿Se puede innovar más al respecto?
-Por supuesto, y ello podría hacerse en la captación de agentes pedagógicos nuevos que se puedan insertar en el sistema escolar. Los profesores no bastan, son muy pocos, y también tienen mucho estrés encima para hacer bien su trabajo. Estos agentes nuevos solo pueden venir de la sociedad civil y ser apoyados por recursos del Estado.
LA NECESIDAD DE UNA EVALUACIÓN PERMANENTE
La decana Facultad de Educación de la Universidad San Sebastián, Ana Luz Durán, dice que “este estudio muestra un claro retroceso respecto a los estudios internacionales en los que ha participado Chile, siendo 2016 el último año del que tenemos datos en la prueba internacional PIRLS (Progreso en Comprensión Lectora), cuando por primera vez estuvimos en el promedio global a nivel internacional. Ahora vemos un retroceso de los avances que teníamos hace algunos años, lo que es consistente con el Diagnostico Integral de Aprendizajes y con el propio Simce”.
-¿Qué piensa usted que explica esta situación?
-Estos resultados no son solo efecto de la falta de presencialidad, eso es ilusorio. Esto responde a un conjunto de factores que se han ido desencadenando en el sistema escolar desde 2018. Uno de ellos es la brecha socioeconómica, de la cual no hemos sido capaces de aminorar su impacto. El Simce 2022, por ejemplo, entregó dos elementos clave: la disminución general de los resultados y la distribución de ellos. El 45% de los estudiantes está en un nivel insuficiente en matemática en cuarto básico, y esta cifra es de un 54% en segundo medio. Las diferencias por nivel socioeconómico ponen en cuestión la política pública educativa de la última década, que ha apuntado más a lo estructural que al aprendizaje. Y tras diez años de reformas que fueron definidas como necesarias para contar con un sistema escolar más justo, los resultados no se condicen con el nivel de inversión. No hemos sido capaces de disminuir el impacto del nivel socioeconómico en los resultados educativos, por lo que ha llegado el momento de buscar otros caminos.
-¿Qué propone para mejorar?
-Hay que adoptar una política educativa de Estado que mire al mediano y al largo plazo. Hay que dejar de armar “programitas” y “proyectos piloto” que de nada sirven, porque al final se impacta a un número marginal de estudiantes y no cuentan con financiamiento de largo plazo. Por ejemplo, es necesario una evaluación permanente para hacer modificaciones durante la implementación y reportar directamente al Ejecutivo y al Parlamento. También hay que revisar seriamente el presupuesto del Mineduc y priorizar una mejoría sustantiva de las remuneraciones docentes. Y se le debe dar centralidad a la salud mental de escolares, profesores, equipos directivos y familias, pues nadie puede estudiar si tiene un entorno violento.
-¿Qué más aconseja?
-En lo académico se debe priorizar el currículum, que es demasiado amplio y no tiene foco. Ello implica pensar cuál es el propósito de la educación y, en base a ello, priorizar en liderazgo educativo y codocencia para atender a la diversidad de aprendizajes en el aula.
-¿Le parece adecuado lo hecho por el Mineduc?
-Claramente es insuficiente y no tiene foco. Se intenta abarcar demasiados aspectos sin tener un criterio de integralidad de la política, lo que redunda en acciones que no se conectan. Hay buenas intenciones, pero al final solo habrá resultados aislados y sin permanencia en el tiempo. Hay que dejar atrás la política de los eslóganes y pensar en los estudiantes y en sus familias, que han depositado en el Gobierno y en la política pública la esperanza de un mejor futuro.