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Memoria de pez: por qué el Premio Nobel Vargas Llosa asume la dura decisión de alejarse de las letras

El célebre novelista peruano de “La ciudad y los perros” y “Conversaciones en la catedral” reveló que la memoria ya no le acompaña como antes en su actividad creativa y “así se hace más duro escribir”.

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“Tengo una memoria de pez, sólo recuerdo lo que escribo. Y quizás por eso escribo: para no olvidar”. Todos los escritores honraron alguna vez a la memoria en algún recodo de su prosa o verso más entrañable. Y también pasó por ese culto el Premio Nobel 2010 peruano Mario Vargas Llosa, quien a los 87 años inició su retirada de aquellas obras que ya le hicieron trascender al Olimpo de la literatura.

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Ya sea por el desgaste natural de la edad o alguna señal del Alzheimer siempre acechante –la OMS calcula que 60 millones de personas viven con esa enfermedad en el mundo-, el autor de La Ciudad y Los Perros, Conversaciones en la Catedral y La Tía Julia y el Escribidor, entre incontables novelas, partió por abandonar su tradicional columna en el diario El País de España y todo indica que el receso también podría tocar pronto a los libros.

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En “Piedra de Toque” tuvo su nación literaria propia desde 1990, en aquella transición del periodismo a la escritura que incluso lo impulsó, hace poco, a ser incorporado como miembro de la selecta Academia Francesa de la Lengua.

“Mi memoria ya no es la que era y eso hace mucho más duro escribir. También se me hacía cuesta arriba cuando estaba recuperándome del Covid. Cada vez es más difícil de cumplir”, confesó recientemente en una entrevista, justificando su adiós al emblemático medio hispano.

Personajes, del diario a la novela

En la misma nota, revela que la columna partió en la revista peruana Caretas antes de internacionalizarse. Allí también transparentó su paso de la prensa a al novelismo: “Es más fácil decir cómo ha influido el periodista en el novelista que al revés. Para poder escribir novelas yo he necesitado siempre tener un pie en la actualidad. Yo no soy un escritor de literatura fantástica sino realista, y además el hecho de vivir tantas horas, todos los días, embebido en la ficción ha significado la necesidad de salir de ese mundo de imaginación y ver, tocar, el mundo real, salir de la torre de marfil”.

Desde ese mismo altar, Vargas Llosa reitera su fascinación por el ejercicio del periodismo. “Están sumergidos en el barro humano, porque viven, sobre todo el reportero de calle, la aventura de la vida a diario. Y me ha tocado conocer personajes fascinantes, en mis épocas de juventud, en los periódicos. La Crónica me permitió conocer los bajos fondos de la ciudad de un modo muy cercano. En la radio, donde trabajé también de joven, conocí personajes con una dosis de locura que daba a su trabajo algo muy atractivo”.

Y sobre aquella virtud humana de recordar que hoy se esfuma, siempre sostuvo que “la memoria es fuente riquísima para mí. Todo lo que he escrito siempre ha comenzado con una experiencia vivida, punto de partida de un tema que luego desarrollo en cuento, novela u obra de teatro”. De paso, asume que sigue cautivo del método clásico de creación literaria: “Yo escribo a mano y con tinta. Necesito el olor de la tinta y el desgarro del papel con la pluma. Me gusta el ritmo de la mano, que es el ritmo del pensamiento”, asegura Vargs Llosa tras dar el primer paso hacia sus últimas letras...

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