Cuando hablamos de Albert Einstein tal vez lo primero que viene a nuestra mente es su famosa teoría de la relatividad. Esa que ha sido objeto de estudio, análisis, admiración y hasta la fuente de inspiración para piezas de ficción entrañables de la cultura popular actual. Pero la curiosa historia es que no fue eso lo que le valió su Premio Nobel allá a principios del siglo XX.
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Hoy vamos a analizar un poco el contexto y la historia detrás del estudio, definitivamente menos popular, que le valió a este genio el máximo reconocimiento de la comunidad académica y científica en el mundo. Compartiendo una pincelada del complejo panorama y las variables inesperadas a las que se enfrentó el científico.
Año tras año vemos cómo en ceremonias menos complejas y más populares, como sucede con los Premios Óscar, existen candidatos nominados que terminan perdiendo la estatuilla ante un contendiente que con el paso del tiempo termina olvidado o se comprueba que jamás fue digno de tal reconocimiento.
Irónicamente lo mismo sucede a veces entre científicos y el despecho hacia la teoría de la relatividad, compleja de comprender para el momento de su concepción, por fortuna no derivó en que Albert Einstein jamás fuera reconocido con un Nobel.
El efecto fotoeléctrico: esto fue lo que le valió a Albert Einstein ganarse su Premio Nobel
Albert Einstein es, sin lugar a discusiones, una figura legendaria en la historia de la ciencia, es conocido por revolucionar nuestra comprensión del universo con su teoría de la relatividad, cuya magnitud real apenas estamos dimensionando ahora en los albores del siglo XXI.
Sin embargo, irónicamente, no fue este trabajo el que le valió el Premio Nobel de Física en 1921, sino su descubrimiento del efecto fotoeléctrico.
Basta una simple vuelta por el sitio oficial del reconocimiento para constatar cómo aunque la teoría de la relatividad espacial de Einstein, desarrollada por él a los 26 años de edad, redefinió el universo físico con su famosa ecuación E=mc², pero la controversia rodeaba al científico.
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Su origen judío, sus ideas socialistas y la naturaleza desafiante de sus descubrimientos generaban escepticismo entre algunos de sus colegas. Fue así como entre 1910 y 1921, Einstein recibió 62 nominaciones al Nobel por la relatividad, pero el premio no llegó hasta que se reconoció su trabajo en el efecto fotoeléctrico.
En otras palabras Einstein era el Martin Scorsese de la ciencia. Pero vale la pena analizar el hallazgo que le valió el reconocimiento.
El efecto fotoeléctrico se basa en la interacción de la luz con la materia. Cuando la luz incide sobre un material, puede transferir su energía a los electrones, liberándolos del átomo.
Este fenómeno, explicado por Einstein en 1905, desafió la física clásica y sentó las bases de la mecánica cuántica. La máxima comprobación de ello es que esta postulado hoy en día se aplica a tecnología que va más allá de la teoría, como por ejemplo con las pantallas LCD o hasta las cámaras digitales.
Es un hecho que Einstein jamás visualizó el concepto de una matriz de píxeles fotoeléctricos, pero sus ideas fueron la base irrefutable para llegar a su concepción en generaciones posteriores.
El premio Nobel, aunque tardío, reconoció la importancia de este descubrimiento y consolidó la posición de Einstein como uno de los científicos más influyentes de la historia.