Luego de ser un emblemático líder Tupamaro y soportar la cárcel durante doce años, Pepe Mujica llegó a la presidencia de Uruguay (2010-2015) para consagrarse como un líder latinoamericano con tanta trascendencia histórica como Salvador Allende y Lula Da Silva. Con 89 años y aquejado de un tumor en el esófago de complejo tratamiento, hoy enfrenta una batalla decisiva por su vida que asume con aquella valentía y sabiduría que siempre marcaron su comportamiento público.
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“En mi vida más de una vez anduvo la parca (muerte) rondando el catre, pero me siguió pastoreando todos estos años. Y esta vez viene con la guadaña en ristre”, expresó con su llaneza característica en una entrevista reciente. En su pequeña chacra de Rincón del Cerro, allí mismo donde sigue estacionado el clásico Volkswagen escarabajo que utiliza hace varias décadas, vive junto a su esposa, la exsenadora y exvicepresidenta Lucía Topolansky, siempre dispuesto a recibir visitantes de todo el mundo que van en busca de sus reflexiones cargadas de lucidez y sapiencia.
Varias películas retratan la odisea guerrillera y la vida política de Mujica, incluyendo aquel episodio de su escape del penal de Punta Carretas junto a un grupo de Tuapamaros. Ahora habla de un presente difícil que afronta con el coraje de siempre. Sobre la afección al esófago, comenta que “es algo muy comprometido y doblemente complejo en mi caso, porque tengo una enfermedad inmunológica hace 20 años que me afectó, entre otras cosas, los riñones”.
“Tengo una mala salud de hierro”
Acaso sin quererlo, detrás de cada frase va compartiendo una lección. Por ejemplo, rechazó el ofrecimiento de la Embajada de Estados Unidos para tratarse en ese país y que acaso pudiera significar contener el cáncer: “Me ofrecieron servicios y lo agradezco de todo corazón, pero mientras pueda me voy a quedar acá adentro del pago”, explicó. No teme a la enfermedad, porque –asegura- “todo lo que nace, nace para morirse. Hay que aceptarlo”. Y confiesa que en su larga existencia “he tenido suerte: tengo balazos a patadas, perdí el bazo, tengo una enfermedad inmunológica. Estoy viviendo gratis”.
Sin alterar sus tradicionales actividades diarias de encuentros políticos y caminatas por la chacra, adelantó que “voy a seguir luchando por mi vida y la vida de mi pueblo, que es parte de lo pueblos de nuestra América”.
Su brillantez intelectual y la sencillez de Pepe Mujica lo transformaron en una personalidad respetada y querible, más allá de sus convicciones ideológicas. Esa admiración se la expresó hace pocos días el expresidente brasileño Lula Da Silva, expresando que “eres un faro en la lucha por un mundo mejor. Siempre hemos estado juntos en los buenos momentos y en los momentos difíciles”.
A menudo, en sus encuentros formales, acostumbraba a bromear con su condición médica frente a los amigos y cercanos: “Gozo de una mala salud de hierro”, era su frase. Al fin, altivo y dispuesto a luchar, como siempre, ahora Mujica trasluce cierto desencanto por la apatía de la sociedad actual: “Es como si tuviéramos un fantástico progreso tecnológico pero a la vez un fantástico retroceso de conducta colectiva y social para juntarnos y defendernos en barra, como corresponde”, sostiene. Y tras 70 años de lucha social, afirma que “no hay solución individual. La salvación siempre es colectiva, hombro con hombro. Nadie se salva solo”. Y si lo dice Mujica…