El lanzamiento del nuevo libro biográfico sobre la Premio Nobel Gabriela Mistral representa un desafío de vida para la investigadora y académica estadounidense de la Universidad de Arizona, Elizabeth Horan. Hace pocos días puso en el mercado mundial el primero de tres volúmenes sobre la poetisa de Vicuña bajo el nombre de “Mistral, una vida: sólo me halla quien me ama”, donde recorre en todas sus facetas –incluso, las más íntimas- los primeros 33 años de su existencia, desde su nacimiento en Vicuña, pasando por su labor como profesora en distintas ciudades hasta el momento en que deja Chile para radicarse en México, en 1922.
PUBLICIDAD
Una situación histórica puntual puso en sus manos un tesoro que hoy le permite sondear en el alma de Gabriela. En 2007, la sobrina de la exsecretaria y albacea de la escritora, Doris Dana, quedó al cuidado de sus archivos, que se guardaban con celo en el círculo privado. Pero Doris Atkinson tomó la sabia decisión de donar todo ese patrimonio cultural a la Biblioteca Nacional de Chile. Y para ello solicitó la ayuda de Elizabeth Horan, quien así se convirtió en una investigadora tan incansable como comprometida con la obra de la autora de Tala, Lagar y Los sonetos de la muerte.
Veinte de sus 67 años, Horan los dedicó a indagar sobre ese fascinante personaje en lucha constante, que se dejó seducir por las letras. “Las anécdotas más conocidas dentro de la vida de Gabriela Mistral son, desde luego, sus propios relatos del sufrimiento y las exclusiones que experimentó en su empeño de acceder a la enseñanza”, escribe en “Mistral, una vida”. Horana define a Gabriela como poeta y escritora, maestra y diplomática, además de una periodista audaz y prolífica. “Empezó en Coquimbo y publicó más que cualquier otro autor de su época, cuando era sólo una adolescente. Escribió cerca de 800 artículos”, señaló en una entrevista con la prensa de España.
Cartas del corazón
“Gabriela escribía cartas, muchas cartas, demasiadas cartas”, enfatiza Horan en el libro. Y se cuestiona luego sobre “¿cómo salió Lucila Godoy Alcagaya de este valle sin ningún privilegio de apellido, que en Chile es o lo era todo? Sin tener ninguna educación formal después de los 10 años, y llegar a la cima de cuatro profesiones, internacionalmente”.
En una de esas cartas, dirigida a su amiga Victoria Ocampo, Mistral reflexiona: “Durezas, fanatismos, fealdades, hay en mí de que usted no podrá hacerse cargo ignorando como ignora lo que son treinta años de mascar piedra bruta con encías de mujer, dentro de una raza dura”.
La autora afirma en el libro que “era muy racista el ambiente chileno representado en las publicaciones regionales y nacionales de la época”. Y recuerda las veces que la poetisa fue menoscabada por escritores como Jorge Luis Borges y Pío Baroja, que en 1946 la trató de “poetisa cacatúa”.
Elizabeth Horan recorre etapas de Mistral a través del trabajo y los secretos resguardados por sus secretarias: la chilena Laura Rodig, la mexicana Palma Guillén y la estadounidense Doris Dana. Y puntualiza que “la relación secretaria-amiga de Mistral tiene muchas connotaciones. Los roles no son estables y tienen que negociarlos. Esto demuestra cómo las disidencias sexuales son un punto primordial”.
PUBLICIDAD
Sobre sus incontables indagaciones personales recuerda una consulta que, sobre ese tema, le hizo a la propia Doris Dana: “¿Qué debo decir cuando los estadounidenses me preguntan si Mistral era lesbiana?”, le planteó. La confidente no la sorprendió: “Por qué ponerla en esa cajita tan pequeña. Fue queer, sin duda, pero fue muchas otras cosas también”, dijo la Dana, uno de los amores de Gabriela.
Como sea, el libro traduce la absoluta admiración de la autora por la Nobel chilena. “Gabriela Mistral es para América Latina una fuente sin fin. Que ha forjado una lengua totalmente suya y que en su prosa es muy accesible. Es de los primeros escritores en pensar la América Latina como entidad. Ella es tan importante como Bolívar, como Martí, como Mariátegui”, confiesa Horan.