Un grave incidente se registró al interior de la cárcel de Rancagua luego de que un interno en huelga de hambre atacara con un arma blanca a un gendarme, pese a que existían múltiples advertencias sobre su peligrosidad y reiteradas solicitudes de traslado a un penal de mayor seguridad que no fueron atendidas oportunamente, según consignó BioBioChile.
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El imputado, de apellido Cantillana, se encontraba en prisión preventiva por delitos de tenencia de armas prohibidas, disparos injustificados, amenazas, homicidio y daños. Según informes internos, era considerado un “líder negativo” dentro del penal, con un historial de agresiones a otros reos, porte de municiones y amenazas constantes al personal de Gendarmería.
La primera solicitud de traslado fue cursada en junio de este año, luego de que se encontraran en su poder 10 municiones calibre 9mm. Un mes después, protagonizó un nuevo incidente en que internos dañaron accesos del patio e intimidaron al personal con armas blancas; en esa ocasión se incautaron 25 puñales artesanales. Pese a estos antecedentes, el reo continuó en Rancagua, lo que mantenía en alerta a los funcionarios.
En aislamiento, Cantillana inició una huelga de hambre que se extendió por 11 días. Ante el deterioro de su salud, fue trasladado por un gendarme al hospital penal. En ese trayecto, sacó un puñal casero de cerca de 50 centímetros y lo enterró en la espalda del funcionario, al tiempo que gritaba amenazas de muerte contra el personal. Un segundo gendarme casi resulta herido y solo la intervención de un tercero, que disparó una escopeta antidisturbios hacia los pies del interno, logró reducirlo.
El gendarme herido fue trasladado a un hospital externo, fuera de riesgo vital. Sin embargo, el hecho generó indignación entre sus colegas, quienes denunciaron que las advertencias sobre la peligrosidad del interno no fueron consideradas por la Dirección Nacional. Solo tras el ataque se concretó el traslado del recluso al penal de La Serena.
Fuentes internas describen a Cantillana como un preso habituado a la violencia, con cicatrices de puñaladas y múltiples tatuajes, cuya trayectoria incluye agresiones en distintas cárceles del país, incluso una riña en Valdivia que terminó con la muerte de un interno.