Un total de 63 allanamientos marcaron la extensa jornada del pasado miércoles en el barrio Meiggs, uno de los sectores comerciales más concurridos de la capital. La Brigada Antinarcóticos de la PDI irrumpió en una serie de inmuebles, incluido el conocido edificio “Shakira Tower”, como parte de la denominada “Operación Muralla China”.
De acuerdo con información de Infobae, el saldo fue contundente: 30 detenidos, entre ellos 27 ciudadanos chinos vinculados a la desarticulada Banda de Fujian, además de un carabinero en servicio activo acusado de brindar vigilancia y filtrar información a la organización sobre próximas diligencias policiales.
La estructura criminal operaba en múltiples frentes: casinos ilegales, trata de personas, prostitución, tráfico de drogas, préstamos usureros y contrabando. La PDI incautó $600 millones de pesos, máquinas contadoras y cajas repletas de documentos contables que revelaban una actividad financiera de alto flujo.
Pero lo que más sorprendió a las autoridades fue el mecanismo utilizado para mover ese dinero fuera del país: un sistema milenario, difícil de rastrear y ampliamente adoptado por redes criminales globales.
La “Hawala”: un sistema tan antiguo como eficaz
El director de la PDI, Eduardo Cerna, explicó la clave que dificultó el seguimiento del dinero: la organización empleaba la “Hawala”, un método tradicional de transferencia que no involucra bancos ni deja registros oficiales.
“Es un sistema muy, muy antiguo, pero que en realidad, opera en forma paralela al comercio o a la banca normal, donde más que el traspaso de dinero hay una compensación de los mismos sin haber movimientos de un país a otro, lo que dificulta su persecución”, detalló Cerna.
El sistema, cuyo nombre en árabe significa “transferencia” o “clave”, se extendió desde el siglo VIII en comunidades musulmanas del sur de Asia. Su esencia es simple pero efectiva: el dinero no viaja; lo hace la información.
Cómo funciona este engranaje invisible
La “Hawala” requiere solo tres elementos:
- un emisor,
- un receptor,
- y al menos dos intermediarios, llamados hawaladares.
El emisor entrega dinero a un hawaladar local junto con una contraseña previamente acordada con quien recibirá los fondos. Este intermediario contacta a su contraparte en el país destino, le informa el monto y la clave. El segundo hawaladar entrega la suma al receptor que llega con la contraseña correcta.
Ambos intermediarios luego equilibran cuentas entre sí por fuera, ya sea con futuras operaciones, favores o intercambio de bienes. Sus comisiones, por lo general, son menores que las cobradas por bancos o casas de envío.
Por su naturaleza informal, veloz y basada en la confianza, no en documentos, este sistema continúa siendo ampliamente usado por inmigrantes para apoyar a sus familias. Incluso, algunos lingüistas sugieren que de él deriva la palabra “aval”.
Una herramienta útil… y atractiva para el crimen organizado
Aunque sigue siendo un método legítimo para millones de personas, su característica principal, la ausencia total de trazabilidad, lo ha convertido en una herramienta ideal para mafias internacionales, que mueven sumas millonarias sin atraer la atención de autoridades financieras.
En el caso de la Banda de Fujian, este engranaje fue la muralla perfecta para esconder sus operaciones. El uso del idioma y el complejo circuito financiero extendió la investigación durante meses, según informó la PDI.
Mientras la justicia avanza en el procesamiento de los detenidos, el caso vuelve a poner sobre la mesa un desafío global: cómo enfrentar sistemas ancestrales que hoy se entrelazan con las redes criminales más sofisticadas del mundo.

