Chile anunció que propondrá el circo tradicional familiar como candidato al Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Esta manifestación artística, profundamente enraizada en la cultura popular nacional, se distingue por su estructura basada en familias y clanes que transmiten sus oficios de generación en generación.
A diferencia de los grandes espectáculos modernos, el circo tradicional chileno se construye desde lo comunitario: malabaristas, trapecistas, payasos, acróbatas, iluminadores y montajistas aprenden desde la infancia en un entorno donde la carpa es también el hogar, y la vida cotidiana es parte del aprendizaje artístico.
Un oficio que recorre el país entero
Las compañías viajan cada año por todo el territorio, desde el altiplano hasta la Patagonia, instalando y desmontando carpas en cada temporada. Esta movilidad ha permitido que los espectáculos lleguen a localidades remotas, zonas rurales y barrios periféricos, transformando su arribo en un acontecimiento social esperado por muchas comunidades.
Su presencia constante mantiene vivo un ecosistema de oficios que desaparecerían sin esta tradición: desde quienes arman la carpa hasta quienes diseñan vestuarios o coordinan números, cada rol se sustenta en un conocimiento heredado y enriquecido por influencias latinoamericanas, europeas y locales desde el siglo XIX.
Un continente en vitrina
La candidatura chilena se suma a otras expresiones culturales latinoamericanas que también buscan reconocimiento de la Unesco este año, como el son cubano, la Pasión de Cristo en Iztapalapa (México), la construcción de quinchas en Panamá, el joropo venezolano, el cuarteto cordobés de Argentina y la música y danza aimara de Sarawja en Perú, entre otras.
La decisión se conocerá tras la deliberación del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, que celebrará su vigésima sesión entre el 8 y el 13 de diciembre en Nueva Delhi, India.