La investigación por corrupción carcelaria conocida como “Operación Apocalipsis” sumó un nuevo y grave episodio, luego de que detectives de la Policía de Investigaciones (PDI) sorprendieran a funcionarios de Gendarmería consumiendo ketamina al interior del penal Santiago 1. El hallazgo se produjo en pleno despliegue del operativo policial destinado a desarticular una red criminal que operaba dentro del recinto penitenciario.
Según los nuevos antecedentes, revelados en el marco de la indagatoria liderada por la Fiscalía, cuatro gendarmes fueron sorprendidos en flagrancia intentando deshacerse de bolsas con ketamina, lo que derivó en su inmediata detención. El descubrimiento ocurrió mientras se realizaban allanamientos simultáneos al interior del penal, en una de las mayores intervenciones contra la corrupción carcelaria registradas en el país.
De forma paralela, otros funcionarios habrían intentado huir del lugar y botar la droga en los baños del recinto, luego de haberla ocultado previamente en los techos, en un intento por eludir la acción policial. Estos hechos reforzaron las sospechas sobre la existencia de prácticas sistemáticas de encubrimiento y consumo de sustancias ilícitas al interior del penal más grande y complejo de Chile.
El caso se suma a una investigación de mayor alcance que apunta a una red estructurada de corrupción, en la que organizaciones criminales pagaban a funcionarios penitenciarios para ingresar drogas, celulares y otros artículos prohibidos, además de facilitar accesos irregulares tanto de objetos como de personas. De acuerdo con las indagatorias, este sistema ilícito habría movido más de $6.300 millones en un período de tres años, principalmente en Santiago 1.
Los antecedentes recopilados por la Fiscalía y reportajes de investigación permitieron reconstruir una verdadera “lista de precios” aplicada a los internos. Entre los cobros más altos figuraba el ingreso de teléfonos celulares, con valores que iban entre $350.000 y $400.000 según el modelo, además de cargadores, chips telefónicos y cambios de módulo. Incluso alimentos básicos alcanzaban precios desproporcionados, como un kilo de carne a $60.000 o una sola palta a $10.000.

