Siempre reservada en cuanto a su relación sentimental con Roberto Parra, la cantante Christell Rodríguez reveló en su libro “Lo que me dijeron que no hiciera (pero hay que hacer de todas maneras”) detalles cómo conoció al amor de su vida hasta llegar al altar, luego de pasar una dificil prueba que les puso el destino y la pandemia.
PUBLICIDAD
“Diosito me mandó un regalo hermoso... me lo mandó por Instagram”, contó la participante de “Aquí se baila”, en el capítulo “Encuentros inesperados”.
“Hazme una pregunta” pidió ella en su red social, recibiendo una sugerente y misteriosa invitación. “¿Qué puedo hacer para sacarme una foto contigo?” le escribió Roberto, quien en ese momento era un total desconocido para ella.
“Hmmm, no sé, de más nos vemos por ahí”, fue su displicente respuesta. Sin embargo, eso dejó abierta la posibilidad para que pudiesen chatear a través de la red social.
Libro relata la vida de Christell Rodríguez
“Primero me dijo que soñaba con toparse conmigo y después empezamos a conversar de manera súper natural y fluida. En la mañana nos hacíamos preguntas del estilo «¿Qué estás haciendo?... solo para comunicarnos. La verdad, el jovencito me parecía muy agradable y natural, como si fuera un amigo al que todavía no conocía en persona”.
Y de ahí, a las tres semanas llegó el momento de conocerse, ante la insistencia de su actual marido, quien demostraba tener verdaderos sentimientos por Christell, y ella también.
“Seguimos conversando virtualmente durante unas tres semanas y haciéndonos los desentendidos con el encuentro cara a cara, hasta que una tarde me preguntó qué estaba haciendo...Me preguntó si podía ir a verme...Acompañó ese mensaje con una selfie en el auto y ahí empecé a ponerme nerviosa. Iba a encontrarme con un desconocido. Un desconocido que, para qué les voy a mentir, me gustaba un poquito. Un desconocido al que, al parecer, yo también le gustaba”.
PUBLICIDAD
Tras ello, llegó la primera cita.
“Llegó al Sporting cuando el partido estaba terminando y no encontré nada mejor que invitarlo a comer completos con mis amigos (yo creo que ese plan enamora a cualquiera, ¿o no?)... Desde ese día, Roberto y yo empezamos a salir. Me llamaba mucho la atención, me gustaba su personalidad, pero yo estaba en la parada de «voy a cuidar de mí y a centrarme en mí», así que no pensaba en pololear ni nada. Había tenido muchas desilusiones y ahora era mi momento. Pero ya saben que el destino hace lo que quiere con nosotros, y a veces no queda otra que entregarse”.
Pero, no fue hasta 30 días después, cuando recién dieron el primer paso, más allá de la amistad.
“Cuando pasó un mes nos dimos nuestro primer beso. Después de eso me paré frente al espejo, tomé aire, me miré a los ojos y me dije: «Chuta, ¡ya fui!» ja-jajá. No había otra posibilidad que seguir estando con él, porque me gustaba de verdad”.
Así, a los tres meses comenzaron a pololear, pero gracias a un empujoncito que ella le hizo a su enamorado.
“Fue una noche en el estacionamiento de mi casa. Me fue a dejar y antes de despedirnos le pregunté: -Oye, ¿tú eres de los hombres que necesitan que la mujer les pida pololeo...qué te detiene para pololear conmigo?”, le preguntó la mujer empoderada, formalizando su relación.
“Esa noche nos volvimos pololos, y ahora cuando recordamos la escena nos reímos un montón, porque él y yo somos así: especiales, poco prototípicos”.
Posteriormente, relata cómo pasaron del pololeo al matrimonio, después de superar con éxito una dificil prueba producto de la pandemia. Pero eso, en el siguiente capítulo “Sorpresas”.