Invitada al programa Podemos Hablar de CHV, Anita Alvarado, recordó sus inicios como trabajadora sexual en Japón y los riesgos que corrió cuando tenía 18 años.
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Según contó, fue una compatriota chilena quien le ofreció cambiar su condición económica del cielo a la tierra, a cambio de vender su cuerpo. La única condición que puso ella, fue que el trabajo no tuviera relación con las drogas.
A los dos días, Alvarado ya se encontraba en Japón con todo un mundo nuevo frente a sus ojos.
“Cuando tú llegas, lo primero que te hacen es teñirte el pelo, te decoloran el pelo, porque tú tienes que ser rubia ahí. Después te llevan al teatro a conocerlo, donde tú vas a participar al otro día”, contó, dando cuenta que, prácticamente, no le daban tiempo para descansar.
Tras ello, le muestran cómo es el trabajo que incluía, baile y sexo en vivo.
“En esos años dije ‘Dios mío, yo no soy capaz de hacer eso’”, recordó, destacando que ella venía de una familia cristiana.
Anita Alvarado y su pasado: “Era tráfico de blancas”
Además, las condiciones que les daban para vivir tampoco eran las mejores, puesto que debían estar hacinadas.
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“Habían 37 niñas en un departamento. Lo que pasa es que van viajando de noche, tienen diferentes horarios, entonces, unas llegan y otras se van, era realmente un tráfico de blancas”, añadió.
Anita, recordó que fue ayudada por el dueño del negocio, quien era el encargado de “probar” a todas las mujeres, antes de ofrecerlas a los clientes.
“Siempre probó sexualmente a todas las niñas, e incluido yo (...) estábamos en la noche, puso una bolsa de droga en el velador y me dijo que consumiera. Yo le contesté que no iba a hacer eso, y si él quería que me matara, pero yo no iba a consumir drogas porque le tengo miedo, eso le gustó a él y me dijo ‘porque todas vienen diciendo que están por su familia y caen en la droga, por eso te voy a proteger’, y siempre me protegió ese hombre”, recordó.