Para muchos, un hormigueo leve es solo eso, un síntoma pasajero. Para Ana Luiza Prestes, una dentista brasileña de 29 años, fue el inicio de una prueba de resistencia. Hoy comparte su historia para inspirar atención, prevención y esperanza.
PUBLICIDAD
Primer síntoma: algo mínimo, pero persistente
Según su relato, todo comenzó con una sensación de adormecimiento en el paladar, algo que atribuyó al cansancio o un problema dental temporal.
Con el paso de los días, ese leve malestar se volvió más doloroso: al ingerir líquidos fríos o alimentos ácidos sintió punzadas. Finalmente, el dolor se expandió al rostro. Fue entonces cuando decidió acudir a un especialista.
Una tomografía computarizada reveló lo que nadie esperaba, un tumor de unos cinco centímetros alojado en su maxilar izquierdo, proyectándose hacia la fosa nasal y comprometiendo su respiración parcial.

Un cáncer poco común: carcinoma adenoide quístico
El diagnóstico confirmó que Ana Luiza padecía carcinoma adenoide quístico, un tipo poco frecuente de cáncer que crece lentamente pero puede invadir nervios y huesos circundantes.
Este tipo de tumor requiere intervenciones quirúrgicas complejas y radioterapia, pues la quimioterapia no resulta tan eficaz en estos casos.
Cirugía extensa y reconstrucción
En Curitiba, los médicos realizaron una operación de 13 horas, donde fue necesario extraer la mitad del maxilar izquierdo y parte del tejido circundante para detener la diseminación del tumor.
PUBLICIDAD
Para reconstruir su rostro, usaron injertos de hueso y piel del peroné. Pero el primer injerto perdió irrigación, lo que obligó a una segunda cirugía utilizando tejido del muslo.
Posteriormente, Ana Luiza completó un ciclo de 30 sesiones de radioterapia para eliminar cualquier rastro residual del cáncer.
El miedo más grande: no ver crecer a su hija
Durante el proceso, su mayor temor no fue la enfermedad en sí, sino la posibilidad de alejarse de su hija. Antes de ser intervenida, la amamantó por última vez, diciéndole que “mamá va al médico, pero volverá pronto”.
La presencia de su red de apoyo fue clave: su esposo, sus padres, hermanos y suegros se organizaron para acompañarla. Ese soporte emocional fue tan esencial como los cuidados médicos.
Renacer con gratitud
El 20 de marzo de 2024 marcó un momento decisivo: Ana Luiza concluyó su radioterapia y regresó a casa, donde fue recibida con flores y abrazos. Los controles posteriores no han detectado recaídas.
Hoy valora cada instante, prioriza el tiempo con su hija y abraza la vida con una nueva mirada: menos rigidez, más presencia. Comparte su testimonio no solo como ejemplo de resiliencia sino como llamado a la conciencia: escuchar los signos, no postergar una consulta y cuidar la salud con prioridad.