El fabricante ruso de camiones Kamaz anunció que implementará una semana laboral más corta a partir del 1 de agosto, como respuesta a una fuerte crisis en el mercado de vehículos pesados. Según cifras de la compañía, las ventas de camiones de más de 14 toneladas se desplomaron un 60% en el primer semestre de 2025, reflejando un escenario complejo para toda la industria automotriz rusa.
Esta medida no es aislada. Otros grandes actores del sector, como Avtovaz y la Planta de Automóviles Gorky (GAZ), también han adelantado que podrían reducir su jornada laboral a cuatro días, citando como causa principal el encarecimiento del crédito y la baja demanda interna.

Exceso de importaciones y altas tasas de interés: una tormenta perfecta
Kamaz atribuye el desplome del mercado a dos factores clave. Primero, una política “corta de miras” por parte de los importadores de maquinaria extranjera, quienes inundaron el mercado con exceso de stock en 2024, pese a las señales de enfriamiento económico. En segundo lugar, la política monetaria del Banco Central de Rusia, que elevó las tasas de interés a niveles restrictivos para controlar la inflación, encareciendo el acceso a financiamiento mediante crédito o leasing.
“Las empresas de transporte no solo no pueden adquirir equipos nuevos, sino que están devolviendo los que arrendaron el año pasado”, advirtió Kamaz a través de su canal oficial en Telegram. La firma denunció además que más de 30.000 camiones se encuentran almacenados sin compradores, incluso con descuentos agresivos muy por debajo del valor de mercado.
Una señal de alerta para la economía rusa
El caso de Kamaz es representativo del estado general de la economía rusa. Tras dos años de crecimiento impulsado por el gasto militar tras el inicio de la guerra en Ucrania en 2022, el país enfrenta hoy un brusco freno en su actividad económica. La ralentización se refleja no solo en el sector automotor, sino también en la construcción y el comercio, áreas donde Kamaz tiene una fuerte presencia.
La guerra con Ucrania ha tenido múltiples efectos en la industria automotriz rusa. Además del aislamiento tecnológico y comercial que derivó en la salida de marcas extranjeras, el país ha debido reconvertir su industria hacia una mayor autosuficiencia. Sin embargo, esa transición no ha sido sencilla. Si bien marcas como Kamaz lograron mantener la producción mediante sustitución de proveedores, la baja demanda interna y las dificultades para exportar han puesto en jaque la viabilidad de muchas operaciones.

El rol del Banco Central y las perspectivas
El Banco de Rusia ha estado bajo presión por parte del gobierno y de los empresarios para reducir las tasas de interés, que actualmente se sitúan en un 20%. De acuerdo con analistas consultados por Reuters, se espera que el organismo recorte la tasa clave en 200 puntos base, dejándola en 18%, aunque aún lejos de niveles considerados favorables para el consumo y la inversión.
Mientras tanto, la industria automotriz rusa continúa ajustándose a un nuevo equilibrio, marcado por un menor volumen de ventas, cambios estructurales en la cadena de suministros y un consumidor más cauto. La medida de Kamaz de reducir su semana laboral es solo la última expresión visible de un fenómeno más amplio, que pone a prueba la resiliencia del sector manufacturero en un entorno geopolítico y económico adverso.