En el contexto de los 20 años de la adopción de la “Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres “ (Convención de Belém do Pará), y los 16 días de activismo contra la violencia de género -iniciativa que comienza cada 25 de noviembre con el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y que termina el 10 de diciembre con el Día de los Derechos Humanos-, es indispensable hacer un llamado a los jóvenes para que se hagan parte de este desafío.
La violencia contra las mujeres es un fenómeno histórico, cultural y social que afecta a 1 de cada 3 mujeres en nuestro país. Las cifras de mujeres muertas son alarmantes y preocupantes, más cuando muchas de ellas murieron en manos de sus parejas o ex parejas. El machismo está directamente vinculado al poder y a las relaciones asimétricas que se establecen entre hombres y mujeres. Sitúa a las mujeres en una posición de inferioridad respecto a los hombres y, por lo tanto, genera dependencia económica, social, cultural y emocional. Asimismo, los estereotipos de género son roles impuestos socialmente que constituyen una de las principales causas de la violencia contra la mujer, ya que vienen de conductas que se internalizan y se reproducen de generación en generación. Sin embargo, somos los jóvenes los que podemos romper esta cadena.
La sociedad distingue y condena la violencia física, ya que identifica moretones, heridas y/o cicatrices. Sin embargo, estas situaciones no son hechos aislados, en su mayoría vienen de una historia de violencia que generalmente comienza en el pololeo.
Algunos ejemplos: celos descontrolados, faltas de respeto, garabatos para humillar, gritos, exigir las claves o subir fotos en redes sociales como muestra de amor y confianza, controlar los horarios o las salidas, controlar las amistades, la forma en que la pareja se viste, golpear las paredes o puertas, revisar el celular sin permiso, etcétera. Lamentablemente, estas situaciones están naturalizadas, “aceptadas” y poco reconocidas por los jóvenes.
El año 2012, el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), lanzó la campaña “No + violencia en el pololeo”, iniciativa que comenzó como un trabajo universitario y que me enorgullece haber encabezado y co-creado. La campaña tuvo un peak de alcance en redes sociales superior a 4.000.000 de usuarios/as, 100.000 jóvenes sensibilizados con charlas preventivas en establecimientos educacionales a lo largo del país y más de 80.000 jóvenes adheridos al fan page, “Pololeo Sin Violencia”. Por primera vez se logró tomar contacto con un público que históricamente no era parte del SERNAM, los jóvenes.
Este trabajo debiera ser sostenido, permanente, apuntando a cambios a largo plazo, que reúna a la sociedad e incorpore a las instituciones involucradas (Ministerio de Educación, Salud, Justicia Medios de Comunicación, Organizaciones de la Sociedad Civil, Empresas y Establecimientos Educacionales).
La violencia debe combatirse desde muchas aristas, partiendo con una toma de conciencia de toda la sociedad, pero especialmente de los jóvenes.
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