Leí la carta de despedida de Pizzi -que casi me hace llorar- y quedé con la sensación de que no clasificamos a Rusia 2018 porque jugamos Rusia 2017. Por eso, me di la lata, como buen masoquista y todavía incrédulo por una farra histórica, de revisar todos los partidos eliminatorios con Macanudo al mando y confirmé lo que recordaba: las últimas cuatro fechas sólo fueron la guinda de la torta -pero amarga, no dulce- de algo que se veía venir.
PUBLICIDAD
Repase la campaña y no le quedarán dudas: dentro de la gestión del santafesino en el camino rumbo al Mundial, apenas logró imponer sus términos sobre el colista, Venezuela, allá y acá. Contra el resto, fueron las individualidades y un condoro rival lo que nos mantuvo con vida hasta el último minuto.
Frente a Argentina perdimos de local y visita, como casi siempre, al igual que ante Paraguay, que nos dio dos lecciones de humildad y táctica. A Bolivia le ganamos en el TAS y caímos en La Paz por un error de Marcelo Díaz, pero lo cierto es que el marcador debió haber sido más abultado a favor de los altiplánicos. Ecuador nos bailó en Quito y en Santiago lo vencimos en la desesperada, mientras que a Perú lo derrotamos en el Nacional únicamente porque Vidal salvó la noche. Con Colombia empatamos en Barranquilla colgados del travesaño como antaño, con un par de salvadas milagrosas de Bravo, y a Uruguay lo doblegamos en Ñuñoa por inspiración de Alexis, en un duelo en el que fácilmente pudimos irnos 3-0 abajo al descanso. Brasil, en Sao Paulo, fue la ratificación de un declive que hasta un ciego era capaz de ver.
Por eso, echarle la culpa a que fuimos a la Copa Confederaciones con equipo estelar suena a excusa barata. No llegamos a la Copa del Mundo porque no superamos a ninguno de nuestros rivales desde que asumió el ex DT de la UC, salvo al peor de la tabla, en una muestra clara de la elección errada de Salah, como él mismo reconoció en su conferencia del jueves, cuando confesó que escogieron a la apurada al ahora ex seleccionador.
Me hubiese gustado una explicación más detallada del argentino, ya que en sus ruedas de prensa decía poco y nada, no un texto inmolándose sin argumentos y haciendo una defensa a ojos cerrados del plantel, cuando hasta la propia mujer del capitán reveló que éste no supo manejar a un camarín ganador, el cual cuestionó públicamente sus decisiones y declaraciones en más de una ocasión. Esperaba una aclaración de por qué chocó un Ferrari, no por qué éste se quedó sin bencina para llegar a la meta por una pasada de dos semanas por tierras rusas.