El capitán del equipo chileno de Copa Davis, Nicolás Massú, vivió una de las series más emocionantes desde que asumió la banca nacional en 2013. Debido a sus años de residente en Argentina, y sus amistades o entrenadores trasandinos, hizo que los duelos de San Juan estuvieran llenos de sentimientos para él en la derrota 3-2 en la final de la Zona Americana I.
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Pese a eso, el Vampiro no dudó en celebrar cada vez que sus dirigidos acertaron una pelota, o se levantaron para dar vuelta un marcador adverso. La silla para los capitanes la tenía de adorno, y aunque se veía bastante cómoda, sencillamente Massú decidió no usarla casi nunca, para así estar cerca de sus jugadores y demostrarles su apoyo incondicional.
Atento a cada momento de los movimientos que tenían Nicolás Jarry, Christian Garín y Hans Podlipnik, el doble medallista olímpico estallaba de felicidad cuando metían una pelota imposible y sentía la necesidad de abrazarlos con tanta fuerza como si fuera un hermano, un familiar que conociera de toda de la vida. Aunque el protocolo lo prohibía, sin duda que pasó por su cabeza intentarlo para demostrar su felicidad.
Al igual que sus jugadores, Massú también comenzó nervioso para el primer partido de la primera raqueta chilena frente a Nicolás Kicker. Sin embargo, y como él no estaba jugando, el capitán prefería gritarle como loco a Jarry para que levantara, y cuando lo hacía, lo único que deseaba era tirarse al suelo y celebrar con él, como si fuera Fernando González y si hubiera ganado nuevamente la medalla de oro en los dobles de Atenas 2004.
Tal como lo ha dicho en varias ocasiones, al viñamarino le entran unas ganas locas de entrar a la cancha y jugar. Aunque entiende que es el momento de sus dirigidos y que no puede, él hace que sus propios pupilos sientan el fuego que está corriendo por las venas, cada vez que una pelota cruza la red de la cancha.
Supersticioso
A pesar de que Massú comenta que tiene fe ciega en sus jugadores cuando entran a la cancha de tenis para una serie de Davis, una ayuda extra no está mal y por eso no dudó en usar sus propias cábalas, por si funcionaban.
Específicamente en el partido de Christian Garín contra Diego Schwartzman, y cuando Bam Bam mejor jugaba, el capitán nacional cruzó las piernas y no quería moverse de esa posición, para que su pupilo no bajara su nivel. Ya cuando la segunda raqueta chilena estaba más posicionada en cancha, puso sus piernas en posición natural para seguir alentándolo para que derrotara al número 15 del mundo.
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Estas mismas costumbres se dieron también en el segundo día, que tenían más tensión, y por eso su intención era escuchar qué le decían sus dirigidos y ahí tratar de ayudarles a mejorar, cual psicólogo con su paciente semanal.
Aunque les decía a cada momento que le podían ganar a Argentina, apuntando su dedo a su cabeza para hacerles entender que todo es mental, finalmente el equipo de Daniel Orsanic fue superior, pero eso no quitó las esperanzas del Gladiador de Atenas.
Enojo, rabia y la sensación de que se pudo ganar sí, pero con la satisfacción de que se hizo una excelente serie, sobre todo pensando en el futuro de su equipo en la Davis.