¿Maradona o Pelé? ¿Messi o Ronaldo? ¿Salas o Zamorano? Lindos debates para los hinchas del fútbol, que pueden durar horas y horas, y no llegar nunca a un acuerdo. Repito, para los “hinchas”, no para el entrenador de una selección nacional consultado públicamente por su preferencia respecto a dos de las únicas tres estrellas mundiales que tiene para elegir en su reducido abanico de posibilidades.
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Considero a Rueda un gran técnico, un tipo inteligente y con buenas intenciones, ideal para conducir este complejo proceso de renovación de la Roja, por eso me llamó tanto la atención que, sin necesidad de hacerlo, escogiera a Vidal por sobre Bravo en la entrevista que le dio a El Mercurio. Como si nos pudiéramos dar el lujo de prescindir de uno de ellos para darles pelea a los mejores.
Está bien que entregue su versión de lo ocurrido con Julio Rodríguez -donde quedó claro que el colombiano estaba abierto a la opción de sumarlo a su staff, pero Salah privilegió a sus regalones- y del encuentro que sostuvo con el ¿todavía capitán? en Europa, pero de ahí a prestarse para el juego de “A o B” entre dos referentes, sobre todo considerando el contexto actual, estuvo de más. No había para qué.
Acrecentó la polarización entre “vidalistas” y “bravistas” desatada tras la no clasificación a Rusia 2018, le echó leña al fuego a la polémica, cuando en su rol de guía debe intentar aunar fuerzas para volver a estar en la élite planetaria. Como dijo Don Elías en conversación con este medio, “es increíble que una persona que está al frente de un grupo tome algunas posiciones”.
Ahora, lo que también resulta llamativo es que dos personas a las que uno podría destacar como pensantes sigan mandándose mensajes por la prensa, montando un show digno de la farándula. Han pasado siete meses desde que quedamos fuera del Mundial y seguimos metidos en el barro, y la última palada la aportó el DT, con una declaración de principios impropia para su cargo.
A veces es mejor salir jugando que reventar la pelota y que se pinche.