Columna escrita el 3 de marzo
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En la edición de septiembre pasado de la Revista El Gráfico, en la primera entrevista que le concedió Arturo Vidal a un medio chileno desde que llegó a Barcelona, el volante fue categórico. «Tengo el ‘ADN Barça’, no voy a tener problemas para adaptarme», fue el titular de portada, en una declaración de principios ante lo que se vendría.
Nada más alejado de la realidad, si nos atenemos a la definición del concepto de Joan Vilà, director de metodología del club. “Desde Johan Cruyff, la idea es tener el balón para jugar y disfrutar. Él nos instruyó en desterrar esa vieja idea de que había que morir en el campo”, fue la síntesis que hizo en julio del 2018 en un congreso.
Si algo ha caracterizado la carrera del Rey es justamente eso, dejar la vida en la cancha. «Guerrero» y «Gladiador» lo han apodado a lo largo de su exitosa trayectoria, por eso no extraña que la purista prensa catalana, cada vez que puede, lo califique de forma peyorativa en sus «1×1» post partidos, con palabras como «bruto» y «torpe».
Lo que no parecen entender los medios partidarios azulgranas es que el fútbol consta de dos facetas, una cuando tienes la posesión y la otra cuando la tiene el rival, y en esta última, el nacido en San Joaquín ha demostrado ser muy útil para Ernesto Valverde. En apenas 20 minutos en el derbi contra el Real Madrid, quitó más pelotas que casi todos sus compañeros para mantener el 1-0 en el Santiago Bernabéu.
Cómo les hubiese gustado a los culés tener al mediocampista nacional en los cuartos de final de la Champions pasada, cuando hicieron agua por todos lados en el Olímpico de Roma y quedaron eliminados, y les dejaron la vía libre a sus archirrivales merengues para ganar su tercera Orejona seguida y la cuarta en los últimos cinco años. En la capital de España sí entienden que en todo equipo hace falta un Casemiro para conquistar Europa, que no todo es ballet, que a veces hay que meter la pierna fuerte.
Por ahora, Arthur parece tomar ventaja en la pelea por la titularidad, pero quiero ver qué hará el DT cuando las papas quemen. Quizá el King no tenga el «ADN Barça» que implantó el legendario holandés en el Camp Nou, pero sí le corre sangre ganadora por las venas y ésa es la que vienen necesitando en Cataluña para volver a celebrar en la Liga de Campeones.