Columna de opinión: Cataluña reconoce al “Rey”

Lo trataron de “anárquico”, de “tosco” y hasta de ser “un pollo sin cabeza”. Ahora, en la hora del adiós, hablan de su legado, marcado por la cultura del esfuerzo, que bien le vendría a un equipo que lleva tres papelones seguidos en la Champions por creer que con Messi alcanza.

Fueron dos años llenos de resistencia al «King» Arturo Vidal en Barcelona, donde lo trataron de «anárquico», de «tosco» y hasta de ser «un pollo sin cabeza». Todo, por supuestamente no tener ese «ADN Barça» del que tanto se jactan los catalanes, como si sólo se pudiera ganar al fútbol con la pelota en los pies, sin recuperarla antes.

Ahora, en la hora del adiós, sacrificado por el 8-2 del cual no está ni cerca de ser uno de los principales responsables, por fin le reconocen sus méritos. Hablan de su legado, marcado por la cultura del esfuerzo, que bien le vendría a un elenco que lleva tres papelones seguidos en la Champions por creer que con Messi alcanza.

Le admiten la entrega y el profesionalismo, ése que le permitió ser el jugador del plantel que volvió más en forma de la pandemia, como lo reflejaron sus partidos en el retorno. Podrán decir lo que quieran, pero a ratos parecía el único que todavía creía que eran el mejor equipo del mundo.

Cuando finalmente se había ganado un puesto en la oncena estelar, llegó ese batacazo del Bayern, tras el cual era más fácil cortar a los de afuera que a los de casa, como Piqué, Busquets o Sergi Roberto. Sin Puyol, Xavi e Iniesta, los canteranos han demostrado no estar a la altura en cuanto a liderazgo.

Un club que se gastó 105, 140 y 120 millones de euros en Dembélé, Coutinho y Griezmann, respectivamente, y que no fue capaz de armar un bloque defensivo que hizo agua cada vez que lo atacaron en serio, estaba condenado al fracaso. En este juego también se necesitan súbditos que hagan la pega, no sólo reyes, vaya paradoja.

Si bien le quedará el sabor amargo de no haber podido levantar su anhelada «Orejona», a nivel personal, el chileno se irá con la satisfacción de que terminó siendo titular en un cuadro donde los puristas decían que no encajaba, donde fue criticado desde un comienzo y donde acabó ganándose a los medios y a la hinchada. En su despedida, Cataluña reconoce al «Rey».

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