Columna de opinión: La pelota muerta

2020, el año que no paramos de llorar, donde pasamos de la pelota parada a la pelota en silencio, con la muerte del que mejor supo tratarla.

“El año que no paramos de llorar”. Leí la frase por ahí y me hizo tanto sentido. El mundo entero y, dentro de él, el planeta fútbol, ha vivido el año más triste de su historia. La pandemia mantuvo la pelota parada durante meses, donde nos tuvimos que conformar con la nostalgia y con las lágrimas que muchas veces se desprenden de ella.

Ya con la actividad de vuelta, debemos resignarnos a los estadios vacíos, a la pelota en silencio, sin hinchas, que si bien no son el cuerpo, sí son el alma. Estamos más pendientes de los exámenes PCR que de las lesiones, de los protocolos que de las formaciones, del coronavirus que del virus Fifa.

Y cuando empezábamos a acostumbrarnos a la nueva normalidad futbolística, a los fanáticos de este deporte se nos paralizó el corazón. El más grande, el de Diego Armando Maradona, paró de latir y dejó la pelota muerta, ésa en la cual era especialista, con un guante en la zurda para colgarla del ángulo.

El sábado y el domingo, los días sagrados para cualquier futbolero, presenciamos homenajes conmovedores alrededor de todo el globo terráqueo que nos pusieron la piel de gallina. Y los ojos llorosos siguieron, porque el nudo en la garganta todavía no se desata.

Que llegue rápido el pitazo final del 2020, no queremos descuentos, alargue ni penales. La pena ya fue mucha.

La hora, profe.

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