Desde que asumió el nuevo cuerpo técnico de Universidad Católica, mucho ha llamado la atención la envergadura física de Diego Poyet, hijo del entrenador cruzado y miembro del staff que comanda al primer equipo del tricampeón del fútbol chileno.
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A los 26 años, Diego Poyet, quien cumple labores de analista en el cuerpo técnico de la UC, luce un cuerpo de físicoculturista, lo que llama la atención al tomar en cuenta que hace dos años aún jugaba fútbol a nivel profesional.
Diego nació en Zaragoza, cuando su padre jugaba en el club de dicha ciudad, pero fue en tierras británicas donde desarrolló gran parte de su carrera como futbolista. Se formó en el Charlton Athletic, fue fichado por el West Ham y defendió a Inglaterra a nivel de selecciones menores, aunque posteriormente disputó el Mundial Sub-20 Nueva Zelandia 2015 con la camiseta de Uruguay.
Pero las lesiones y el desencanto con la vida de futbolista profesional lo llevaron a colgar los botines en 2018. Su último club fue el Pafos de Chipre.
«Le tomé el gusto al gimnasio»
Tras la victoria de ayer miércoles 3-1 de la UC sobre Nacional por Copa Libertadores, Diego Poyet habló del trabajo en el tricampeón del fútbol chileno junto a su padre. Y también tuvo palabras respecto a su impactante cambio físico en los últimos dos años.
«Cuando me retiré del fútbol tenía claro que quería trabajar con mi viejo. Estoy muy entusiasmado en este proyecto. Estamos juntos todo el día», declaró el analista técnico de la UC en conversación con Sport 890.
«Mi idea era venir más que nada para ser un intermediario de la parte médica y el cuerpo técnico. El tema es que como se complicó la llegada del asistente de mi padre, ahora estoy ocupando un poco más ese rol», agregó.
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Respecto a su transformación física, Diego Poyet explicó que todo partió en su amarga experiencia en Godoy Cruz en 2017, cuando jugó poco y nada. «Ese tiempo que pasé solo en Mendoza me llevó a tomarle gusto al gimnasio. Iba porque tenía tiempo libre», contó.
«Cuando decidí dejar el fútbol cambié totalmente mi físico. Le tomé el gusto al gimnasio, cambié la alimentación y también la alimentación. Sabía lo que iba a pasar, y para mis amigos no fue un cambio tan drástico», complementó.