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Frente a la antena instalada por Entel a cerca de 3.500 metros de altura, Dora Ramírez y Teófilo Cañari ubicaron en el suelo una manta con gran cantidad de hojas de coca. A unos metros, dos pequeños recipientes con brasas coronaron la escena mientras un grupo musical interpretaba melodías tras cada plegaria.
Para sellar cada solicitud que se hacía a los dioses ancentrales en esta ceremonia aymara, se mojaba con líquido las cuatro esquinas de la manta, para repetir en español «que así sea», lo que también se realizaba en la lengua autóctona.
Luego, las autoridades fueron invitadas a esparcir hojas de coca alrededor del lugar, además de poner un poco en las cabezas de sus pares. Al final, la música cerró este ritual que agradece y pide protección a la madre Tierra y al Sol.
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La puesta en marcha de la conectividad de voz y datos para la aislada comunidad de Belén, iniciativa impulsada por la Subsecretaría de Telecomunicaciones y Entel a través de la segunda etapa del programa «Conectando Chile», debía cumplir antes de los discursos oficiales y la celebración con gastronomía típica un ritual imposible de postergar.
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Tras recorrer por casi tres horas la Ruta 11CH -que conecta Arica con Bolivia- aparece un pequeño camino local que tras 30 minutos de complejo tránsito por curvas cerradas muestra el sitio donde está la esperada antena. Allí, y provistos con botellas y mantas, un matrimonio ultimaba los detalles de la Pawa, ritual aymara de conexión espiritual y agradecimiento.
Mientras la señora Dora Ramírez (ver galería) preparaba el fuego y las hojas de coca -elemento fundamental para este ritual-, Teófilo Cañari explicó a Publimetro la importancia de esta instancia, la cual se lleva a cabo en pareja: «En la cosmovisión andina siempre se trabaja en dualidad, hombre y mujer, al igual que en la cultura china donde es el Yin y el Yang. Como se ve, hay diferencias».
Para Cañari, la existencia de esta dualidad, o dos presencias ante los dioses ancestrales, es fundamental y se basa en cosas tan básicas «como el sol y la luna, día y noche, derecha e izquierda. Son dos, son dualidad. Nosotros debemos estar así: el hombre a la derecha y la mujer a la izquierda».
Sin hoja no hay rito
En un pequeño morral que colgaba de su cuello, Teófilo Cañari mantenía hojas de coca que generosamente mostraba, quizás porque su función es vital para la Pawa, alejándola de las creencias que se tiene de este artículo en las ciudades.
«Aquí tenemos la hoja de coca también, milenaria, que es lo más importante para la ceremonia o ritual. Sin hoja de coca no hay ceremonia», aseguró, aunque igual existió espacio para destinar algunas de ellas a combatir el mal de los no acostumbrados a la altura: la puna.
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Para el matrimonio la ceremonia, y el lugar donde se llevó a cabo, es imporante, refrendado en que la Pawa «es el permiso que le pedimos a la Pacha Mama para que esto sirva a sus hijos, a los poblados de la precordillera. Estamos invocando a los grandes protectores (…) Para cualquier trabajo, nuestros ancentros pedían permiso».
El subsecretario de Telecomunicaciones, Pedro Huichalaf, además del gerente de Regulación y Asuntos Corporativos de Entel, Manuel Araya, fueron algunas de las autoridades que dieron vida a esta plegaria aymara, aunque antes de su inicio, este matrimonio fue enfático en recordar que «nosotros mantenemos la tradición latente en la provincia de Parinacota».