Esta semana el avance sobre la trama del espionaje ruso en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre pasado ha tomado un vuelco significativo. La prensa estadounidense, como The New York Times, afirma que el hijo mayor de la familia Trump mantenía contacto con una abogada rusa «cercana al Kremlin», que le proveía información desde el Gobierno ruso, para que Hillary Clinton no llegara a ocupar el Salón Oval en la Casa Blanca.
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Sin embargo, es una reunión en particular la que hace dudar si efectivamente Trump, y su equipo, recurrieron a los rusos para ganar los comicios. Reunión donde presuntamente Donald Trump Jr. quería obtener información que ayudara a la campaña, pero de la cual no pudo obtener mucho información, tal como anunció en su cuenta de Twitter.
«Obviamente si soy la primera persona en una campaña voy a tener una reunión para escuchar información sobre un oponente… aunque no obtuve nada tuve que escuchar», narró el hijo mayor del presidente estadounidense.
A raíz de este polémica, el ex director del FBI, James Comey, fue destituido de su puesto. Luego que el alto cargo de inteligencia empezara a revelar información, con la cual se afirmaba que Rusia había intervenido en las elecciones presidenciales.
Pero Comey no es el único que arriesga su puesto de trabajo con esta trama. El mismo Trump podría arriesgar su estadía a la Casa Blanca si se confirma que su gabinete mantuvo conversaciones para que Rusia, el máximo oponente internacional, interviniera a su favor mediante ataques cibernéticos en los comicios. Esto, ya que el magnate podría enfrentarse a una acusación constitucional, al igual que a Bill Clinton en 1998.
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Entonces, de comprobarse la veracidad de la reunión, la cual ha sido negada por la abogada rusa Natalia Veselnitskayala, y de la relación de la letrada con el Kremlin. El panorama de Trump sería totalmente incierto.
Sin embargo, Donald Trump Jr. no es el único que asistió al encuentro con la abogada. En la instancia también participó el yerno del mandatario y su asesor personal, Jared Kushner y su entonces director de campaña, Paul Manafor, quienes ya se encuentran en la mira de los investigadores desde hace tiempo por sus contactos con funcionarios rusos.
Pero antes de Donald Jr. ya hubo otros que tuvieron «contacto cercano» con el Kremlin.
Al igual el ex Consejero de Seguridad Nacional del presidente, Michael Flynn, que tuvo que renunciar a su puesto de confianza por comprobarse las conversaciones entre el teniente general y Moscú, la prensa destapó en marzo que el yerno de Trump se había reunido en diciembre —entre las elecciones presidenciales de noviembre y la investidura presidencial de enero— con el embajador ruso en Washington, Sergei Kislyak, que está en el epicentro de la conexión rusa que acecha a Trump.
Además, Kushner también se entrevistó con Sergey Gorkov, responsable del banco ruso Vnesheconombank, que ha sido objeto de sanciones estadounidenses por las injerencias rusas en Ucrania.
Finalmente, como otra de las pruebas entregadas por el FBI para comenzar a dejar de manifiesto las sospechas de la intervención rusa, algunos de los funcionarios de Putin alardearon sobre la cercanía entre ex presidente ucraniano exiliado en Rusia, Viktor Yanukovych, y Manafort.
Conversaciones, reveladas por el The New York Times, que forman parte de las pruebas que la inteligencia estadounidense entregó al FBI para que abriese la investigación que hoy ha avanzado más de lo que Trump quisiese.
