El cine apaga su luz y baja el telón. El clásico león de la Metro dejó de rugir. Y los fantasmas del Mago de Oz, Ben Hur, Doctor Zhivago e incontables clásicos de la pantalla se pasean por los galpones desolados. Son las huellas de la crisis final de la compañía Metro Goldwyn Mayer.
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El célebre estudio de cine de Hollywood tocó fondo luego de una historia alucinante de magia, luces, estrellas y fantasías.
Fue el 30 junio de 2010 cuando la compañía más importante de la época dorada del cine, Metro Goldwyn Meyer (MGM), se declaró en bancarrota. Y quedó a la espera de un comprador por cinco mil quinientos millones de dólares.
De película: de Tarzán a Doctor Zhivago y Rocky
En su filmoteca existían entonces cerca de 4.000 películas, entre los que destacan producciones inolvidables. Con títulos memorables como Tarzán de los monos (1932), El mago de Oz (1939), El cartero llama dos veces (1946), Cantando bajo la lluvia (1952), Ben-Hur (1959), Doctor Zhivago (1965), Odisea del espacio (1969), Rocky (1976), Poltergeist (1982) y la saga de James Bond, entre muchos.
Bajo las cámaras y la hegemeonía de la MGM estuvieron estrellas del cine como Greta Garbo, Liz Taylor, Clark Gable, Judy Garland, Marlon Brando, Spencer Tracy, Ava Gardner, Clint Eastwood y Pierce Brosnan.
Un cine de sueños y pesadillas
La MGM se creó en 1924 de la fusión de varias productoras, distribuidoras y estudios pequeños de cine: Metro Pictures, Goldwyn Pictures, Loew’s Inc y Mayer Pictures. Y se convirtió en un imperio del séptimo arte.
El típico león que rugía al empezar la película fue diseñado en 1917, rodeado del lema “Ars Gratia Artis” (El arte por el arte), y se convirtió en un ícono inconfundible.
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El artífice, Samuel Goldwyn, emigró de Polonia y obtuvo su primer millón de dólares a los 30 años en 1909, pero tras fundar Goldwyn Pictures abandonó la empresa y con su productora continuó financiando cine de manera independiente.
El hombre más poderoso de la MGM, sin embargo, fue Louis B. Mayer, a quien se reconoce como inventor del llamado «star system». Era un método de producción donde los intérpretes eran tratados como “productos” sujetos a normas y contratos draconianos.
A cambio de ella, se convertían en estrellas y, muchos de ellos, en millonarios del cine, aunque su famoso patrón quedara para siempre con el rótulo de ogro, tirano y déspota de una industria de sueños y pesadillas…