Esta semana comenzó en Castelar, provincia de Buenos Aires, el juicio en contra del empresario argentino Alejandro Rosario Manuel Leguizamón, acusado de violar a cuatro de sus seis hijas desde que ellas iban al jardín infantil.
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El escabroso caso ha causado impacto en los medios argentinos, que en varias de sus notas han dado cuenta de los testimonios que las víctimas han entregado en tribunales, en un juicio que se prevé dure cuatro días, donde se conocerán los relatos de las jóvenes respecto de los reiterados episodios de abuso sexual y violaciones que cometió Leguizamón en su contra.
Los episodios se remontan a 2016 cuando una de las afectadas realizó la denuncia en contra del empresario, que tanto en el hogar donde vivían como otros lugares habría cometido sus reiterados abusos.
El dramático testimonio de una de las víctimas del empresario
El primer testimonio lo dio Romina, que junto a Cecilia, Evangelina y Carolina Leguizamón, fueron las jóvenes ultrajadas por el acusado.
En su relato los abusos contra ella iniciaron cuando tenía cinco años y nunca se atrevió a contarlos porque el hombre la había amenazado con que le pasaría algo si le decía algo a otra persona.
También mencionó que su madre estuvo ausente o distante durante todo el calvario que padecieron ella y sus hermanas, y que a los 13 años trató de suicidarse por los traumas que le provocó su padre con las interminables violaciones.
En palabras de la joven, el empresario era un hombre de personalidad «violenta», que también agredía físicamente a su madre y a sus hermanos varones. Incluso contó episodios en que Leguizamón quiso «obligar» a su mamá a «tener relaciones sexuales» con un conocido suyo y que a «uno de sus hermanos» lo obligaba a «practicarle sexo oral».
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«Varias veces le puso un arma en la boca a mi mamá por celos», señaló Romina, quien contó que a los 17 años su padre la acusó de tener sexo con un vecino y por ello, la agarró de su cabellera y la llevó a la casa del joven donde los amenazó a ambos para que terminaran la relación. «Toda demostración de afecto a terceras personas era impedida por él», dijo.
Respecto de su hermano abusado, la joven explicó que «con el paso del tiempo me dijo que lo perdonó (a su padre): empezó a concurrir a la iglesia y allí aprendió a perdonar».
El argumento de la defensa del empresario
Por su parte, la abogada que lleva la defensa del empresario acusado anticipó que pedirá la absolución de su cliente, ya que en su relato al tribunal aseguró a los jueces que todos los testimonios de las víctimas presentan una «ausencia de espontaneidad en los hechos denunciados (…) estas falsas denuncias disfrazadas de verdad no tiene otro fundamento más que un beneficio económico. Reafirmo la inocencia de mi cliente, quien tiene un antecedente intachable a lo largo de toda su vida para crecer económicamente y darle bienestar a su familia».
Esto, luego que el acusado expusiera en su primera declaración que su exesposa y madre de las víctimas, organizara «un plan en complicidad con mis hijas para perjudicarme y quedarse con mi fábrica».
Su primer relato sufrió un giro en el juicio luego de la presentación de una carta escrita de puño y letra por parte del imputado, donde le aseguraba a una de sus víctimas, la mayor de las hijas, que «lo mío con vos no es abuso, es incesto. Yo estoy enamorado de vos y juntos tenemos que hablar con tu madre para que haga una terapia y lo acepte».
Ante la evidencia y la posibilidad de purgar una condena de más de 20 años de presidio por los delitos de «abuso sexual gravemente ultrajante reiterado con acceso carnal», el acusado sólo se limitó a declararle al juez que «a veces se me iba la mano».