En nuestras recomendaciones de los miércoles, la librera y mediadora de lectura, Catalina Estrella, nos hablará sobre poemarios y fanzines que nos hacen mirar hacia adentro, en medio de las cuarentenas preventivas y los contactos estrechos. Entre el ruido de la ciudad y el silencio de casa.
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Poesía: el viaje interior
Mucho ha cambiado a lo largo de estos dos años de pandemia. Más allá de las restricciones y las distancias, es el ritmo y el tono de cada día lo que más llama mi atención de estos tiempos que vivimos.
La vida acelerada del capitalismo ha tenido pausas forzosas y, aunque lo creíamos imposible, hemos tenido que aprender a bajar la marcha, a pasar más tiempo en nuestras casas, a disfrutar esos espacios que estaban relegados a momentos de ocio. Y aunque sabemos que el sistema no valora los lugares donde nos detenemos a mirar hacia el interior, muches hemos tenido los privilegios suficientes para poder recuperar en parte el tiempo con une misme.
Solía concebir el verano como la temporada con más vida social del año. La primera parte de la pandemia me costó bastante porque pensaba en el encierro como un espacio de tiempo perdido donde la soledad me parecía ruidosa. Pero frente a esta nueva oleada de contagios, con cifras altísimas y cuarentenas preventivas, pienso en el autocuidado como una forma de resistir a las violencias del sistema.
La productividad ya no está en el tope de la lista de forma vitalicia, simplemente porque ya no podemos pensar en el rendimiento como un plan anual. De vez en cuando tenemos noticias de alguien cercano que tiene Covid y empezamos las alertas, cada cierto tiempo debemos tomar distancia de lo externo, volver a nuestras casas, a nuestro interior, a nuestros espacios seguros y en ese mirar hacia adentro hay tanto por ganar.
Cieno
Cristina Bravo Montecinos
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Colección Plancton
Hay en la brevedad de un plaquette una especie de promesa suspendida en el aire, de alguna manera en esta certeza de la finitud, también se encuentra contenida la ansiedad que genera esta expectativa de sabernos sumides en la intensidad de un trayecto corto.
La poesía es un viaje, de eso no hay duda, pero pocas veces el tránsito de los versos, este movimiento de la imagen descrita, genera una experiencia tan sensorial como en Cieno, un poemario de Cristina Bravo Montecinos editado por Traza Colectivo.
Cieno: barro blando que se acumula en el fondo de lugares donde hay depósitos de agua o en sitios bajos y húmedos.
La voz contenida en los versos de Bravo nos lleva de viaje por los paisajes del sur, sus humedales, sus frutos y costumbres. También por el ruido de la ciudad y los resabios de su historia reciente. En este tránsito descriptivo nos traslada a la historia individual, a través de imágenes que remiten a los recuerdos de la infancia, a las tradiciones de familia. Desde este hurgueteo en la memoria planta la semilla que germinará nuestra historia colectiva.
La naturaleza y la forma en que el lenguaje se pregunta sobre sí mismo, como una interpelación permanente, encuadran las imágenes del poema. Desde este barro inicial acumulado, desde este Cieno que a todas luces parece palpable, la voz salta de conciencia, acomoda sus espacios, para permitirnos percibir la dualidad entre los recuerdos y la sensación de un presente rutinario.
Cieno está siendo una experiencia más allá del momento que me tomó leerlo, de alguna forma hizo que mirara hacia adentro. Ese movimiento permitió que volcara mis propias memorias sobre la mesa buscando paralelos en estas sensaciones descritas.
Este poemario es una absoluta belleza y me recordó la importancia del territorio en relación al lenguaje, porque finalmente las palabras que usamos tienen tanto que ver con el espacio que habitamos, con el lugar que nos cobija.
La conexión con la naturaleza, la forma en la que enraíza nuestros recuerdos a partir de nuestros sentidos me devolvió esa convicción que creía perdida entre las rutinas de la vida frenética: paisaje y territorio, cuerpo y conciencia forman este gran todo que es la existencia.
Cómo cocinar un lobo
36 págs.
Hay una mística especial en las imágenes que asociamos a las historias de nuestras infancias. Muchos de nuestros recuerdos se asemejan de cierta manera a las sensaciones que te dejan los sueños, una atmósfera ambivalente que se mueve entre los límites de lo real y la imaginación.
La poeta Victoria Donoso debuta en Editorial Aparte con su poemario Cómo cocinar un lobo, cuya vertiginosa lectura está muy lejos de pasar desapercibida.
La voz contenida en estos versos y escenas descritas construye un mundo que parece asfixiante, lleno de imágenes apocalípticas: plagas, hambre, violencias. No hay certezas del lugar que describe, ni tampoco del momento histórico en que se inscriben estas imágenes, sin embargo el foco está puesto en la intimidad de una familia, en sus recuerdos e historia y desde ese lugar es que podemos extenderlo a todos los lugares, todos los tiempos, como una posibilidad latente.
Pocas veces vemos los objetos inanimados como una fuerza narradora en sí misma, pero la forma en que Donoso utiliza el lenguaje hace que de alguna manera la casa que contiene esta historia privada sea parte primordial del relato que construyen estos versos.
Digo relato porque Cómo cocinar un lobo es una extrañeza que transita entre una especie de thriller espeluznante y un poemario melancólico en el corazón de un hogar.
La voz se mueve por el mundo de la infancia a través de dos hermanas, dos niñas insertas en esta casa, en la cocina, en este espacio que históricamente ha sido considerado como el núcleo de un hogar, sobre todo en Latinoamérica, donde se nutren las historias de familias, donde los recuerdos se impregnan de olores de sensaciones a medida que la memoria familiar se construye.
El final de Cómo cocinar un lobo es increíble, las últimas páginas le dan un cierre perfecto a toda esta historia contenida en los versos de Donoso: vemos finalmente a una figura materna cuyo relato une el inicio de la historia familiar con el ciclo de la naturaleza. Me pareció una hermosa y desgarradora reflexión. Nos presenta una imagen conmovedora que me llevó a esta idea que de la tierra venimos y para allá vamos.
El sol
Explorar otros formatos de lectura ha sido el último tiempo una de mis líneas favoritas de trabajo. El fanzine se tomó gran parte de mis lecturas porque esta idea de portar la lectura es una declaración política. Dudo es una de mis editoriales favoritas en esta línea y encontrar El sol en su catálogo me reafirma la capacidad que tiene poner en valor el libro como objeto.
El sol es una de mis obsesiones y este fanzine de Catandina editado por Dudo me robó el corazón por completo, en el mejor de los sentidos.
De una simpleza sublime y llena de ternura, esta narración corta e ilustrada es una especie de oda al Sol, a la energía que nos entrega y cómo la guardamos para los días difíciles.
Comienza con el extracto del poema Un sol de Alfonsina Storni y por primera vez en mi vida sentí que alguien había puesto en palabras la añoranza de luz y calor que me embarga durante las temporadas más frías del año. Esa melancolía de sentirse perdida pero saber que pronto volverá a resplandecer y que “todo lo seco reverdecerá”
Este libro nace entre otoño e invierno, con la luz y los días haciéndose cada vez más cortos. Un sol interno nos entibia y guía desde adentro
— Catandina
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