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Sigue prófugo de Interpol y la DEA el narcojugador que aprovechaba el fútbol para ampliar sus redes de tráfico

El uruguayo jugó profesionalmente en Paraguay y Bolivia y el gobierno de Uruguay le concedió un pasaporte que le permitió escapar de la policía, desatando una crisis política en Montevideo.

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La pasión por el fútbol y los negocios ilegales, como el narcotráfico, hermanan al uruguayo Sebastián Marset y al tristemente célebre Pablo Escobar, que llegó a financiar a clubes colombianos. El primero es hoy uno de los prófugos más buscados por la Interpol en Sudamérica y su intrincado caso –que incluye mafias y corrupción- produjo una crisis política que aún no supera el presidente Luis Lacalle Pou en Montevideo, luego que en 2021 se le otorgara un pasaporte que aún le permite seguir huyendo de la DEA.

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La situación explotó en Uruguay con las renuncias de los ministros de Relaciones Exteriores e Interior, Francisco Bustillo y Luis Alberto Heber, respectivamente, y otros funcionarios de menor jerarquía, pero puso en cuestionamiento la imagen pública de un país que lidera los rankings internacionales de transparencia y calidad de vida.

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Marset ejercía como productor de eventos, aunque nunca dejó de lado su afición al fútbol cuando ya era un reputado traficante internacional, al que se acusa de haber transportado al menos 16 toneladas de cocaína entre Paraguay y Europa a través de Uruguay.

Es más: participó en julio en la internación de 2.000 kilos de droga que fue decomisada en Arica cuando iba con destino a Bélgica.

El charrúa se radicó en 2020 en Paraguay cuando ya lideraba el primer cartel uruguayo (PCU), antes de trasladarse a Bolivia tejiendo las redes de su negocio. Y en ambos jugó fútbol profesionalmente: primero en Capiatá de Paraguay y después en Los Leones El Torno de Bolivia. Marset usaba las identidades falsas de Luis Amorim o Gabriel De Souza Beumer.

El más buscado de Sudamérica y Estados Unidos

Sus compañeros de equipo, donde incluso pagó US$ 10 mil por usar la cotizada camiseta 10, recuerdan que llegaba a entrenar en una camioneta blindada Toyota Land Cruiser, propiedad de la empresa Tapyracuái, máscara del clan Insfrán sometido a proceso en Paraguay por el caso A Ultranza Py, la mayor operación contra el narcotráfico y lavado de activos de la historia en ese país.

Durante su estancia en Santa Cruz de la Sierra vivía en una mansión rodeada de lujo y autos de alta gama, hasta que en julio se “esfumó” dejando en ridículo a las autoridades bolivianas que comprometieron su captura. Además de incautarse en su finca 17 fusiles y 31 vehículos, se encontró un pequeño zoológico al estilo de la hacienda Nápoles que tenía Escobar en Colombia.

En ese contexto, mientras otros dos futbolistas uruguayos que fueron cómplices están en prisión en Bolivia, el excrack de ese país, Erwin Romero, reconoció hace poco que el “narcotráfico perforó al fútbol nacional”. Aunque a estas alturas el escándalo del narcojugador escapó hace rato de la cancha...

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