Aldeanos nepalíes esperan que crezca en ellos un nuevo riñón

Mientras los nepalíes envían sus órganos al extranjero, sus compatriotas enfermos no pueden ni soñar con un trasplante

Las cicatrices no embellecen

En las estribaciones del Himalaya se encuentra el pueblo nepalí de Hokse. Pero casi nadie lo llama así, porque tiene otro nombre mucho más conocido: “Valle del Riñón”.

Casi todas las casas están habitadas por alguien que ha vendido voluntariamente un riñón. Unos reporteros británicos de Sky News pasaron unos días en el pueblo y quedaron impresionados al ver enormes cicatrices largas, como de sable, en los costados de la mayoría de la gente. Estas cicatrices son de riñones que han sido extirpados.

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“Nepal es un país muy pobre donde la gente intenta sobrevivir a toda costa”, explica a Metro Elena Demidova, investigadora del Departamento de Geografía de la Universidad Estatal de Moscú. “La población tiene recursos intrínsecamente limitados y no tiene dónde ganar un buen dinero, por lo que entran en juego los ‘transplantólogos clandestinos’. Creen que es posible extraer órganos a personas pobres y sin estudios, y cuentan historias del tipo: ‘Te vamos a extraer un riñón, pero no te preocupes: pronto crecerá uno nuevo’”.

Debido a su escasa educación, muchas personas creían realmente que el riñón volvería a crecer. Pero el tiempo pasaba y el órgano no volvía a crecer. La gente empeoraba y algunos morían. Los habitantes del valle empezaron a darse cuenta de que les habían engañado.

Sin embargo, los nepalíes siguen donando riñones porque es la forma más segura de ganar dinero rápido y ayudar a sus familias.

“Esto no es sólo un problema de Nepal. En todo el sudeste y el sur de Asia, incluidas India y Bangladesh, la gente intenta sobrevivir como puede. La historia del Valle del Riñón es sólo uno de los muchos casos que han salido a la luz. De hecho, el país líder mundial en extirpación maliciosa de riñones es Myanmar (antigua Birmania). Allí, los ‘transplantólogos clandestinos’ llevan haciendo negocio desde finales de los años 80, y una gran parte de la población sólo tiene un riñón”, explica Elena Demidova.

Un nuevo problema

En los dos últimos años, Nepal se ha enfrentado a un nuevo problema que vuelve a afectar a los riñones. Desde 2022, se ha producido un éxodo de mano de obra nacional hacia los países del Golfo (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahrein) y Malasia. Para ganar lo máximo posible, los nepaleses trabajan entre 12 y 14 horas diarias bajo un calor insoportable.

Como consecuencia, estas personas (en su mayoría hombres jóvenes menores de 40 años) regresan a casa en un estado de deshidratación extrema y con problemas renales. Por ejemplo, Jeet Bahadur Gurung, de 29 años, trabajó tres años en Arabia Saudita y ahora tiene que someterse a cuatro horas de diálisis -extracción artificial de líquidos del cuerpo- tres veces por semana. Ishwor, de 34 años, trabajó en Dubai durante siete años 16 horas al día. “Mi cuerpo empezó a hincharse como si me hubieran dado una paliza”, declaró a los periodistas de Sky News.

Jeet e Ishwar necesitan un trasplante de riñón. Pero no lo conseguirán, como tampoco lo harán muchos otros ciudadanos nepaleses. Es casi imposible encontrar donantes, ya que todos los órganos se “exportan”. Además, los síntomas de la insuficiencia renal pueden pasar desapercibidos durante mucho tiempo, y cuando los trabajadores migrantes regresan a Nepal, a menudo ya es demasiado tarde.

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