Este miércoles 7 de mayo comenzó el cónclave en la Capilla Sixtina del Vaticano, donde 133 cardenales se reunirán para elegir al nuevo pontífice de la Iglesia Católica.
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La primera votación, que suele tener un carácter simbólico, se llevará a cabo en la tarde. A partir del jueves, se realizarán hasta cuatro votaciones diarias, distribuidas en dos por la mañana y dos por la tarde, hasta que se logre el consenso necesario. Según varios análisis de medios internacionales, este cónclave podría extenderse más que los dos encuentros anteriores para la elección de un nuevo Papa.
En este proceso, se seleccionan al azar a nueve cardenales para desempeñar distintas funciones: tres como escrutadores, tres como infirmarii, encargados de llevar la urna a los cardenales enfermos, y otros tres que actúan como revisores, asegurando la transparencia del proceso.
Fumata blanca y negra: el símbolo de la elección
Desde el cónclave de 1914, se ha instalado una chimenea en la Capilla Sixtina, donde se queman las papeletas después de cada votación. Si el humo que emana de la chimenea es negro, significa que no se ha elegido a un nuevo Papa. En cambio, si es blanco, indica que se ha seleccionado un nuevo pontífice, en un evento conocido como fumata bianca.
El cónclave cuenta con el cuerpo cardinalicio más diverso de la historia, con cardenales electores provenientes de 71 países. Esta diversidad se debe en gran parte a que muchos de ellos fueron nombrados por Francisco, quien ha buscado incluir a regiones que históricamente han sido marginadas, como América Latina, África y Asia. Para elegir al nuevo Papa, se requiere una mayoría de dos tercios, es decir, al menos 89 votos.
El proceso de elección ha estado marcado por controversias, como la del cardenal canadiense Marc Ouellet, quien fue relevado por Francisco por acusaciones de conducta impropia. A pesar de que su participación era esperada, Ouellet decidió retirarse del cónclave para evitar distracciones en esta elección crucial para la Iglesia.