Un ataque terrorista tuvo lugar a bordo de un tren francés proveniente de Amsterdam. El notable heroísmo de algunos pasajeros, entre los que destacaron soldados estadounidenses de franco, impidió una masacre. El viernes pasado el marroquí Ayoub El Khazzani abrió fuego contra los pasajeros antes de ser desarmado. No hubo muertes y sólo tres heridos. Cada incidente, sin embargo, deja cicatrices.
Una primera consecuencia es el debate sobre cómo deben proceder los servicios de inteligencia y la policía. El atacante ya figuraba en los ficheros de seguridad como un peligro potencial.
En la actualidad hay unos seis mil europeos que están bajo vigilancia por su militancia o conexiones con organizaciones yihadistas. Estas personas son libres de viajar sin controles en 26 países de la Unión Europa que integran el acuerdo de Schengen. Como es prácticamente imposible el seguimiento de la gran mayoría, varios países, entre ellos Francia, ejercen una vigilancia digital de los sospechosos. Sus teléfonos móviles son intervenidos para monitorear desplazamientos y conversaciones.
Un segundo debate es sobre la seguridad a bordo de los trenes. ¿Debe permitirse el despacho de paquetes o valijas no acompañadas? Algo que está prohibido en los aviones. Los viajeros frecuentes habrán experimentado atrasos en los vuelos debido a maletas cuyos dueños no aparecen a la hora del despegue. La línea aérea tiene la obligación de desembarcar el equipaje que se torna sospechoso. Cada pasajero debe pasar por detectores de metales además de otras verificaciones. Aplicar semejantes medidas a los cinco millones de viajeros que cada día abordan un tren en Francia es impracticable. Lo que sí se considera es ejecutar controles aleatorios. Esto es algo que ya ocurre en las calles y estaciones del Metro bajo el programa de seguridad Vigipirate. Estos controles preventivos tienen mucho de perfilamiento étnico y basta una piel morena y cabello rizado para que aumente exponencialmente la posibilidad que le exijan la documentación. Es una causa de malestar de muchos franceses descendientes de africanos que, con razón, sienten que son discriminados por ser tratados como sospechosos por sus rasgos físicos.
En el ataque al tren, como muchos de los ocurridos en España, Gran Bretaña y otros países, los atacantes eligen blancos de nulo valor político o militar. Su meta es que los europeos sufran algo de lo que ellos viven en sus países. Lo anticipó Osama bin Laden: “Juro a Alá que los estadounidenses jamás volverán a sentirse seguros, a menos que nosotros nos sintamos seguros y a salvo en nuestra tierra”.
El dilema para toda sociedad democrática es enfrentar con máxima efectividad la amenaza y restringir al mínimo las libertades públicas y el derecho de las personas a la privacidad.
Los lobos solitarios
Los ciudadanos que adhieren a una visión fanática del Islam, sin vínculos con una organización yihadista, son los más peligrosos. Los que han luchado en Siria o Irak están identificados. Pero estos individuos anónimos que los servicios de inteligencia llaman los “lobos solitarios” son indetectables. Muchas veces sus propias familias ignoran la devoción religiosa que los lleva a matar e inmolarse. Se estima que en Europa el universo de simpatizantes o ayudistas del yihadismo alcanza a unas 15 mil personas. Algunas de ellas podrían cruzar la línea del apoyo pasivo y entrar en acción en cierto momento. Todo dependerá del grado de radicalización de cada cual.
Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro