Hace pocos días fue detenido en nuestro país el argentino Raúl Emilio Muñoz, de 56 años, quien intentaba ingresar al país tres frascos de vidrio con fentanilo en estado líquido, con un peso bruto de 320 gramos.
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El trasandino venía en un bus con destino a Concepción que entró por el paso fronterizo Pino Hachado, cerca de Lonquimay, en la Región de La Araucanía.
Y su detención reflotó las alertas respecto de lo que es llamado la “droga zombie”, un opiáceo que tiene bajo costo y genera graves efectos en la salud en quienes se lo inyectan.
De hecho, puede llevar a la muerte en corto tiempo porque afecta a los sistemas nervioso central (produciendo relajación y confusión, lo que podría llevar a una depresión respiratoria) y cardiovascular (disminuyendo las frecuencias cardíaca y de la presión arterial).
Es que el fentanilo es un potente analgésico opioide sintético, usado de forma común para el tratamiento del dolor intenso y crónico, dado que posee una potencia cincuenta veces mayor que la heroína y el doble que la morfina.
Hay alta preocupación por el fentanilo por sus altos índices de consumo en Estados Unidos, donde fue responsable de las muerte del rapero Lil Peep, de la estrella del pop mundial Prince y del cantante Tom Petty, y estuvo a punto de terminar con la vida de Demi Lovato.
Su uso es muy común entre personas en situación de calle del país norteamericano, al punto de que en la zona de Kensington en Filadelfia, bautizada como el “barrio zombie”, es normal apreciar a plena luz del día a muchas personas delgadas y de rostros demacrados, algunas de pie y otras encorvadas, con jeringas en sus manos preparando la inoculación de una nueva dosis.
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“El fentanilo es mucho más potente y económico. En Estados Unidos su uso masivo surgió hace un par de años, cuando toda la gente que usaba heroína o morfina se pasó a esta droga, principalmente por la potencia que tiene, pues su efecto empieza a los diez o doce minutos y puede durar dos o tres horas”, dice Cristián Camargo, director del Laboratorio Dóping de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile.
SUS EFECTOS
Cristián Camargo detalla lo que causa el fentanilo en sus consumidores.
“En un primer momento, la persona siente una felicidad inmensa… Se siente súper feliz. Y luego tiene una sensación de bienestar, que termina después de dos horas con aletargamiento, confusión, sedación, depresión respiratoria y efectos en dos sistemas, el cardiovascular y el nervioso central”.
Por su parte, Carlos Ibáñez, jefe de la Unidad de Adicciones de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, plantea que “cuando hay una adicción instalada, el consumo ya es automático, no es reflexivo ni voluntario. Además, el consumo está motivado no por pasarlo bien, sino que para dejar de pasarlo mal. Cuando ya está instalada la adicción, si hay algo de privación la persona lo pasa muy mal”.
El profesor Cristián Camargo añade que los adictos al fentanilo “pierden la conformación de la espalda y quedan algo tullidas. Y se suman aletargamiento, confusión, somnolencia, y heridas y necrosis que se les producen porque se inyectan en los brazos varias veces al día. Así, el individuo parece de verdad un zombie, porque anda agachado”.
“ES MUY DIFÍCIL SABER LA MAGNITUD DEL CONSUMO EN CHILE”
Tan fuerte es el efecto del fentanilo, que el Doctor en farmacología y académico de la USACH, Leonel Rojo, sostiene que “dos miligramos artesanales de esta sustancia podrían provocar la muerte de una persona”.
“Está en una categoría que se llama analgésico opioide, en la que también se ubican la morfina, la codeína, la petidina y la buprenorfina, que son el último techo analgésico que se usa cuando ya no es posible controlar el dolor con otros medicamentos”, precisa el especialista.
El profesor de la USACH destaca que si bien no está arraigado su consumo en Latinoamérica, porque hay otros más elevados, “esto tiene que ver con la falta de datos y fiscalización, pues cada vez se está haciendo más evidente nuestra calidad de país intermediario en la exportación de sustancias hacia Europa y Estados Unidos a través de puertos chilenos . Es un tema de tiempo para que sean conocidas realmente nuestras cifras”.
“El tráfico de esta sustancia puede ser muy fácil a través de comprimidos disfrazados de otro tipo de medicamento falsificado, lo que hace muy difícil que tengamos el número real de fentanilo y de otras drogas sintéticas o de diseño que transitan a menudo por Chile”.
Añade que como no se puede saber cuánto fentanilo tiene un comprimido fabricado de manera artesanal, es muy fácil caer en una dosis tóxica.
“Durante los decomisos que se han hecho en Estados Unidos y otras partes del mundo se pueden verificar contenidos de entre 0.2 y 5 miligramos, o sea el rango es de diez veces la dosis. Si uno piensa que con dos miligramos alguien puede morir de una falla respiratoria, es imposible saber la dosis que trae uno fabricado en la calle. Por ejemplo un adolescente que no pesa más de 60 kilos, perfectamente con 3 ó 4 miligramos podría fallecer”, advierte el representante de la USACH.
PARLAMENTARIOS PIDEN CAMPAÑA DE PREVENCIÓN
La diputada del PS Danisa Astudillo, de la Comisión de Salud, advirtió que “el consumo de fentanilo se puede transformar en una nueva pandemia, y ya no basta con las medidas represivas, sino que también hay que adaptar y reforzar nuestros dispositivos sanitarios para poder salvar las vidas de los adictos, primero, y rehabilitarlos después”.
Y sus colegas de la UDI en la Comisión, Marta Bravo y Daniel Lilayu, emplazaron al Ministerio de Salud “para que implemente una campaña de prevención en contra del fentanilo”.
“Estamos hablando de una droga cuyos efectos son muchos más devastadores y que, además, afecta principalmente a quienes ya tienen dependencias a esas sustancias… Aquí tiene que existir una política de Estado en contra de esta sustancia. Las imágenes que vemos en Estados Unidos son brutales, y debemos hacer todos los esfuerzos para evitar que se repitan en Chile”, señalaron los parlamentarios.