El histórico notero de los años 90, Pato Oñate, recordado por su conexión con La Roja en Francia ‘98 y su humor eléctrico, reapareció después de años de silencio para revelar el momento más frágil de su vida: un duelo devastador, un deterioro físico acelerado y un diagnóstico médico que lo dejó “de pie, pero noqueado”.
Durante su entrevista con Primer Plano, Oñate confirmó que ha bajado 18 kilos y enfrenta un cuadro de daño hepático severo, posible compromiso del páncreas y otros problemas que siguen en evaluación. Aun así, su frase más dura fue otra:
“No tengo miedo a morir, pero quiero pelearla por mis hijos”.
Una salud que se desploma en medio del duelo
El golpe comenzó con la muerte de su esposa, María Cecilia Briceño, víctima de un cáncer agresivo que marcó a toda la familia. Oñate describió los últimos tres meses como “terribles” y reconoció que no ha podido sacarse de la cabeza el proceso que vivieron juntos.
Con dos hijos pequeños —de 10 y 13 años—, el exreportero ha debido sostener una nueva vida en Chiloé, donde hace de padre y madre:
“Las noches son largas… quedarse solo con dos niños es complejo”.
Su cuerpo empezó a resentir la carga. Al bajar más de 18 kilos, acudió al médico, quien le dijo que si lograba estabilizarse podía tener “otros 15 años por delante”. Ese mensaje partió a Oñate entre esperanza y realidad.
El golpe médico que lo dejó sin aire
Pato Oñate reconoció en pantalla que lo que más lo impactó no fue el diagnóstico en sí, sino lo que su médico le dijo cuando revisó el nivel de desgaste físico:
“Tengo un daño hepático severo, me parece que tengo comprometido el páncreas… pero no tengo miedo a morir”.
La frase no es de resignación sino de claridad: Oñate siente que debe resistir por sus hijos, quienes hoy dependen por completo de él.
“Era yo el que tenía que estar acá. Yo tenía que quedarme para ellos”.
Depresión, angustia y una mochila emocional que no oculta
Sin rodeos, el exrostro televisivo contó que vive un cuadro de ansiedad, depresión y angustia, además de la culpa que arrastra por su relación pasada con sus hijos mayores:
“En mi primer matrimonio no fui buen papá ni buen marido. Me duele… pero estoy aprendiendo ahora”.
También reconoció que su lucha interna es diaria y profunda:
“Estoy de pie, pero noqueado”.
La fuerza que dejó María Cecilia y el proyecto que los sostiene
Oñate mostró el lugar donde reposan las cenizas de su esposa en su casa en Castro, junto a una luz de cuarzo que mantienen encendida. Esa presencia —dice— es la que guía el hogar:
“Ella nos dijo tres veces: ‘A pasarlo bien’. Eso estamos intentando”.
Hoy vive de sus emprendimientos locales, como la venta de miel y huevos de campo, mientras intenta proyectar un futuro donde sus hijos crezcan sanos, libres y felices.
Un mensaje final que mezcla dolor y determinación
El cierre de Oñate en la pantalla fue tan crudo como honesto:
“Que me juzguen por lo que soy hoy, no por lo que fui. No tengo miedo. No voy a tirar la toalla”.

