Muchos escépticos se muestran en contra del auto eléctrico porque supuestamente la huella de carbono es más alta. Veamos qué tan cierta es esa afirmación.
Parece un cliché, pero hablar de movilidad hoy en día va de la mano con hablar de motores eléctricos y baterías. Y es que al parecer, la única solución viable para que el parque automotriz mundial deje de aportar su cuota de CO2 a la atmósfera es reemplazar sus mecánicas por combos “cero emisiones”.
La alternativa que actualmente resulta más fácil de implementar o adaptar a la realidad mundial, es que puedan enchufarse tal como lo hacemos con casi cualquier dispositivo que puede funcionar de manera inalámbrica durante un periodo de tiempo, pero que al mismo tiempo no requiera explosiones ni quema de combustible para ese fin ni un proceso químico complejo. Básicamente una batería que se pueda cargar, ya que si bien hay otras formas que no ahondaremos en este artículo, resultan claramente más costosas.
Según expertos, los vehículos emiten un 8% del total de CO2 generado mundialmente, por lo que una conversión completa, ciertamente puede ayudar a frenar el calentamiento global. Es por esto que en los últimos años se avanza a toda máquina para que la tecnología eléctrica sea más fácil de producir, más fácil de adaptar a la cotidianidad y menos complicada de entender.
Los motores a combustión de toda la vida son complejos, requieren costosos mantenimientos y gozan de una confiabilidad que puede ser mucho menor a la de un motor eléctrico, pero ha estado implementada por tanto tiempo, que el acceso es económico y permite que prácticamente todos podamos movilizarnos en un vehículo motorizado.
Explicado este contexto de transición en que sí o sí tenemos que buscar una alternativa limpia de movilidad para disminuir las emisiones, es que algunos afirman estar en contra de los autos eléctricos por las emisiones de carbono generadas durante el proceso de producción de un vehículo eléctrico. Y es que la producción de baterías, desde la extracción de la materia prima hasta el ensamblaje de las mismas requiere un mayor consumo de agua, explotación de las tierras y energía eléctrica, que muchas veces es generada en centrales a carbón según el país de producción. Pero, tomando esto en cuenta ¿Un auto eléctrico logra compensar las emisiones de carbono generadas durante su ensamblaje y posterior uso?
Los expertos afirman que sí, aunque hay que matizar. Ya que según los países de producción, las fuentes de energía utilizadas en la construcción provienen de energías limpias y su minería es responsable, compensando la extracción de la materia prima con procesos modernos. En este caso, territorios como la Unión Europea han fortalecido los incentivos a la producción limpia de esos modelos en base a elevados impuestos por huella de carbono generada, presionando a los fabricantes y proveedores a invertir en el desarrollo de procesos amigables con el medioambiente antes de iniciar la fabricación de los vehículos.
Otros territorios con regulaciones menos estrictas como China, que aún tiene una proporción alta de dependencia del carbón se encuentra menos favorecido, pero al mismo tiempo en un círculo vicioso, ya que para dejar de emitir tanto CO2 requiere disminuir los costos operativos de su industria, los cuales muchas veces dependen del transporte a bajo costo, en este caso con vehículos eléctricos.
La adopción masiva de modelos eléctricos en China a pesar de su dependencia del carbón puede parecer contradictoria, pero la realidad indica que mientras más se usa un auto eléctrico, más se compensan las emisiones generadas en su fabricación, disminuyendo la brecha con los modelos a combustión. Mientras que con el correr de los kilómetros, esa proporción se invierte, dando la ventaja a los modelos eléctricos.
Si lo llevamos al lenguaje más simple, las estimaciones afirman que un auto eléctrico europeo tiene una huella de carbono de unos 75 gramos de CO2 por kilómetro recorrido durante su vida útil, siendo menos de un tercio que un auto homólogo de gasolina, bastante superior a los 230 gramos por kilómetro (Eso, aunque la homologación afirme menos de 200 gramos por kilómetro).
En la práctica, esta estimación se actualiza de forma constante gracias a la nueva infraestructura eléctrica, ya que apenas hace 3 años se estimaba en 90 gramos por kilómetro en lugar de los actuales 75.
La meta para 2030 es que esta cifra descienda a un valor bastante más bajo de 45 gramos por kilómetro, debido a la ampliación de los campos de generación de energía limpia que bajarán aún más los costos, brindando acceso a mayor cantidad de público a estos tipos de transporte.
En el caso de China, si bien las emisiones son mayores, dado el mayor uso del carbón como fuente de generación, se estima que de igual forma las emisiones de carbono de un auto eléctrico frente a un modelo similar a combustión son cercanas a un 40% menos. Lo cual si bien es una diferencia considerable frente al territorio europeo, sigue siendo una baja considerable.